“La libertad humana aparece cuando el ser humano acepta que todo está determinado” Spinoza (Holanda, 1656)
Espinoza o Spinoza —se vale de las dos formas—fue un visionario, rechazado por sus adelantadas ideas, que tuvo el buen gusto de pelearse con casi todos los de su época, el siglo XVII. Nació en Ámsterdam en 1632, descendiente de judíos expulsados de la península ibérica.
Vivió solo 44 años, suficientes para asombrar al mundo. Siendo judío no era aceptado por esta comunidad y siendo católico fue defenestrado por la Iglesia. Seguramente, diría hoy la 4T, era un conservador. Ni modo.
Sus escritos más importantes, como La ética, se publicaron después su muerte, por temor a las persecuciones que sufrían los que osaban tener ideas distintas. O sea, sufrió la misma lacra del autoritarismo y del prohibir pensar diferente como muchos quieren.
Era muy audaz en su concepción del ser humano y dedicó buena parte de su existencia a desentrañar los misterios de las emociones y los sentimientos de los sapiens.
Pero lo más asombroso es qué Spinoza era un determinista que negaba la libertad humana o no creía en el popular y muy católico libre albedrío. Hace una definición muy ingeniosa de la libertad, la del epígrafe de este texto, y abunda diciendo: “la libertad no depende de la voluntad, sino del entendimiento; el ser humano se libera por medio del conocimiento intelectual”.
Para él —y coincido— ser libre es regirse por la razón frente a la sumisión, por el conocimiento y no por la cómoda ignorancia.
Fue también defensor de la libertad de expresión; en sus escritos menciona que un verdadero Estado democrático es el que permite que cada hombre piense lo que quiera y diga y escriba en lo que cree. En el siglo XVII, dominado por creencias dogmáticas, este pensamiento libertario, defensor de los derechos humanos, tampoco era bien recibido. Muy parecido a lo que sucede en nuestros días.
Hace poco recordé a este filósofo de avanzada al ver cómo se desmorona en algunos la capacidad de resistir y cómo es fácil rendirse ante las mentiras y las voces tiránicas. La respuesta a la intolerancia y la cerrazón no es combatir en los mismos términos antidemocráticos e irrespetuosos del que nos acecha. Por el contrario, la resiliencia, esa capacidad de ponernos por encima de la emergencia, está en combatir la adversidad sin perder la intensidad —cosa bastante complicada—. Ese es el desafío.
Spinoza defendió hasta su muerte la libertad de pensamiento y expresión y que los ciudadanos actuaran de acuerdo con sus propios criterios. Ni humillados ni vejados por pensar de forma distinta a los poderosos.
Espero que este 2 de junio, en momentos difíciles para nuestro país, seamos capaces de actuar con honor y seamos capaces de defender en lo que creemos. El proceso electoral que estamos por vivir es una gran oportunidad para reafirmar nuestras convicciones democráticas y libertarias, le pese a quien le pese.
POR TERE VALE
COLABORADORA
@TEREVALEMX
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