Columna invitada

Democracia sin adjetivos

Es relevante la distinción que Ferrajoli hace de democracia y que da sentido al Estado de Derecho: la democracia formal y la democracia material

Democracia sin adjetivos
Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Luigi Ferrajoli es, sin duda, uno de los juristas contemporáneos más relevantes por una teoría del Derecho a la que se ha dado en llamar garantismo, la cual, en una síntesis apretada, corresponde a cerrar la brecha entre el Derecho (como conjunto de normas jurídicas) y la eficacia de éste. Una realidad influenciada y transformada por las reglas.

Un planteamiento contractualista que, a diferencia del actuar autoritario o despótico, no pretende hacer de la realidad una ficción trastocada a partir de decretos. Asimismo, es relevante la distinción que Ferrajoli hace de democracia y que da sentido al Estado de Derecho: la democracia formal y la democracia material.

Esto es de suma importancia pues quien enarbole el garantismo ferrajoliano debe asumir la integralidad de la teoría y no sólo fragmentar sesgadamente el pensamiento del italiano.

La democracia a secas –si se me permite la expresión–, la idea tradicional de la democracia como la regla de las mayorías implica un proceso y reglas que deben cumplirse para que el mandato de la mayoría –la cual, además, tiene la representación política– sea legítimo. Dicho de otro modo, la democracia es mayoría con reglas, no mayoría que se impone como un hecho bruto.

Esta democracia sin adjetivarse es la que Ferrajoli adiciona con el carácter de formal: los electos popularmente definen las reglas que gobiernan a todos, pero siempre bajo el cuidado y observancia de las reglas del juego democrático. La materia de la democracia formal es, como dice el profesor florentino, lo decidible, esto es, aquello sobre lo cual las mayorías pueden opinar, discutir, votar y establecer como modelo a partir de un mandato transformado en ley.

Pero, no sólo se trata de las mayorías. No es casualidad que Ferrajoli haya titulado a una de sus obras insignes el subtítulo de “la ley del más débil”, es decir, las minorías que no pueden ser borradas por el aplastante peso de la mayoría –todos forman parte del Estado y de la sociedad, de otra forma estaríamos en presencia de la exclusión, discriminación o peores cosas que históricamente han sucedido a las minorías–.

Es aquí donde el autor en comento desdobla a la democracia para darle otro adjetivo, el de material o sustantiva. Esto es, aquella materia que las mayorías no pueden poner en tela de juicio, aquello que no pueden alterar, lo indecidible y que asociamos a valores tales como los derechos fundamentales y la dignidad de las personas. Sin importar lo que digan las mayorías es democrática la preservación y la progresividad de los derechos inherentes a la naturaleza del ser humano.

La democracia es un concepto tan rico y que ha evolucionado acompasadamente en el transcurso del tiempo. En mi opinión, ha tenido épocas en las que ha destacado el sentido popular de la mayoría cuando sólo las minorías elitistas tomaban las decisiones; en otras, se acendraba el interés por los procesos electivos ante las manipulaciones fraudulentas del voto y, en la actualidad, viene a enriquecerse con el contenido de los derechos humanos.

Democracia popular, electoral, formal, sustancial, deliberativa, en fin, qué importa el adjetivo, la democracia es una sola institución, eso sí, sin adjetivos.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN 

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