16 de mayo, Día Internacional para la Convivencia en Paz
La convivencia en paz es una permanente aspiración de la humanidad, aunque es también la humanidad la que se encarga de que sea una eterna utopía.
Más aún, algunos conflictos armados surgen y crecen justamente para defender la paz, según afirman quienes lanzan el grito de combate.
La guerra es querencia de algunos dirigentes, pero eso no lo dicen. A pesar de que la guerra da prestigio en la historia (basta recordar la cantidad de celebridades del pasado que no han hecho más que la guerra), todavía en los líderes belicosos queda el escrúpulo, o la conveniencia, de querer pasar por pacíficos, justos y respetuosos de leyes y países.
Por eso hasta los temperamentos más pendencieros buscan otro estereotipo de fama, una socialmente aceptable, como, por ejemplo, presentarse como promotores de la paz o defensores de las libertades, y desde esa condición reparten fuego, esperando, claro está, que el mundo esté de su lado y que adicionalmente les agradezca sus servicios.
Personajes así han causado grandes guerras y millones de muertes a lo largo del tiempo, de manera que no hay etapa en la historia en que en alguna región de la Tierra no haya ocurrido, o esté ocurriendo, un conflicto armado.
Si alguien nos observara desde las alturas, vislumbraría siempre un fuego allá a lo lejos, y si se acercara y aguzara el oído, escucharía los gritos de la batalla y de la muerte. Parecemos predestinados a la barbarie, por más que presumamos de civilidad.
Pero no podemos resignarnos. La violencia no se justifica entre naciones ni entre individuos. Tan nociva la guerra entre países como la agresión doméstica. Algo podremos hacer por el mundo, pero lo que apremia es hacer algo por el espacio que amamos y llamamos patria.
Conocemos los instrumentos de la convivencia, de la prevención y resolución de conflictos, de la construcción de acuerdos, aunque a veces fallen o resulten insuficientes. Sabemos que el diálogo, el debate, la negociación, pueden acercar las posiciones, matizar las diferencias, evitar los extremismos. Pero además de saber, hace falta voluntad. No es garantía de todo, pero sin ella no hay nada.
La voluntad es el principio de todo acercamiento o primer diálogo. A México le vendría muy bien esta voluntad, una inmensa voluntad colectiva. Necesitamos acercarnos, reconocernos, validarnos como interlocutores. Nos urge ahora y mañana y siempre.
Hoy abundan los puentes rotos. Sería ingenuo imaginar que se repararán en un instante, pero no podemos renunciar a levantarlos.
Ojalá sea pronto, tendrá que ser algún día, porque sin ese abrazo de nuestro ser social, de nuestra identidad histórica y cultural, de nuestros dolores y sueños, será muy difícil hacer un esfuerzo conjunto hacia una visión de futuro compartida.
Hoy parece imposible, pero no lo es. Lo hemos hecho antes y lo haremos otra vez. Dejemos de tensar nuestra armonía y empecemos a trabajar, así sea con acciones pequeñas, como este texto, por una convivencia en paz.
POR MAURICIO FARAH
ESPECIALISTA EN DERECHOS HUMANOS
@MFARAHG
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