Columna invitada

Reforma fiscal

Al comenzar el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, muchos pensaban que él, al menos a partir de la segunda parte de su mandato

Reforma fiscal
Gustavo de Hoyos Walther / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Al comenzar el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, muchos pensaban que él, al menos a partir de la segunda parte de su mandato, realizaría una reforma fiscal. Esa ha sido la bandera de la socialdemocracia en todo el mundo, desde que ésta existe. Sin embargo, como todos sabemos, el ex-Presidente mexicano nunca prometió una reforma fiscal. Lo contrario es lo cierto: desde el principio habló de austeridad fiscal y de no aumentar impuestos.

Incluso, durante la pandemia, mientras otras naciones gastaron recursos públicos en ayudar a empresas y personas, México fue de los que menos dinero gastaron en eso. Aunque fue muy criticado, López Obrador mantuvo su política económica hasta el final. Los resultados no fueron los esperados, ni en términos de control de la pandemia, ni en términos de crecimiento económico.

El gobierno anterior también incurrió en deudas gigantescas, razón por lo cual una parte sustancial del presupuesto en 2025 se destinará al pago de su servicio.

Por todo ello, existe la idea, entre algunos en el gobierno, de que lo que corresponde ahora es llevar a cabo una reforma fiscal que permita al Estado hacerse de recursos para poner en práctica sus proyectos.

Una reforma fiscal es, en otras palabras, el aumento de impuestos a los sectores más pudientes del país, aunque también se pueden imponer cargas fiscales a las clases medias y, aún, a todo el mundo.

Habría que examinar si esto es una buena idea. A favor se encuentran académicos como el economista francés, Thomas Piketty, quien desde la publicación de su libro El Capital en el Siglo XXI en 2014, y aún antes, ha propuesto un sistema global de impuestos progresivos a la riqueza para ayudar a resolver la desigualdad económica. Su tesis, sin embargo, ha sido objeto de innumerables críticas.

Por otro lado, bajo la égida de la escuela austriaca de economía, los críticos de la reforma fiscal afirman que ésta no resuelve el problema sino que lo agrava, al distorsionar los mensajes que envía el mercado. Aunque no es un devoto necesariamente de Von Misses, Hayek o Friedman, el escritor mexicano, Gabriel Zaid, señaló en su momento, que, aunque en la década de los 70s habían subido los impuestos, la desigualdad no había disminuido como se esperaba, de acuerdo con la teoría. Esto se debía a varias razones, entre ellas a la corrupción galopante de los gobiernos de ese entonces.

Antes de lanzarnos a la aventura de una reforma fiscal, habría que examinar con calma sus costos y beneficios. Se hace necesario entonces un gran debate sobre el asunto, donde puedan participar la academia, la intelectualidad, los empresarios, el gobierno y los trabajadores para discutir cuál debe ser el mejor camino económico para el país. El problema es que la polarización política exacerbada hace muy difícil una discusión racional de las alternativas. Desgraciadamente, no hay otro camino.

Gustavo de Hoyos Walther

Abogado, activista y legislador en la Cámara de Diputados 

MAAZ

 

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