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Menos es más: tricampeonato y reto del mundial 2030

Si bien el fútbol es un deporte apasionante que conecta a millones de personas en todo el mundo, también es una industria que debe adaptarse a las exigencias

Menos es más: tricampeonato y reto del mundial 2030
Foto: El Heraldo de México

Con su reciente tricampeonato, el Club América nos muestra cómo el enfoque en el rendimiento rinde frutos. André Jardine, con su bajo perfil ha liderado al equipo a un logro sin precedentes en torneos cortos.

El técnico brasileño demostró que, en el deporte, la sencillez y la eficiencia pueden ser más impactantes que el exceso de recursos o la complejidad. Bajo su dirección, el equipo logró imponerse con un estilo disciplinado y efectivo, sin dejarse llevar por la controversia extra cancha que se había visto en años anteriores, en este y otros equipos. Este éxito, a pesar de algunos momentos dudosos en el torneo, nos recuerda que, a veces, menos es más.

En este contexto vale la pena analizar el entorno para el Mundial de Fútbol de 2030 que se perfila como el evento más ambicioso en la historia del deporte. Y es que celebrar el centenario del primer campeonato mundial en seis países distintos —Marruecos, España, Portugal, Uruguay, Argentina y Paraguay— es, sin duda, emocionante desde una perspectiva simbólica.

Aunque tal magnitud también plantea serios retos logísticos, económicos y ambientales, que podrían poner en riesgo el éxito del torneo.

La FIFA, bajo la gestión de Gianni Infantino, ha compartido que este Mundial será “la mejor manera” para celebrar el centenario del primer mundial, disputado en Uruguay en 1930. Es inevitable preguntarse si la dispersión del evento en seis países realmente honra esta convicción.

Organizar partidos en tres continentes no solo implica enormes costos financieros, sino también un impacto ambiental significativo debido al transporte aéreo masivo y la necesidad de construir o remodelar estadios en diferentes ubicaciones. Además, gestionar la seguridad, el alojamiento y la logística para equipos, árbitros y aficionados en seis países distintos será una tarea titánica que no muchos países estarían dispuestos a realizar por todo lo que se requiere invertir.

El ejemplo del Club América, que logró el tricampeonato con un enfoque centrado en la eficiencia y en sacar el máximo provecho de sus recursos, algo que también se vio obligado a hacer al tener un número alarmante de jugadores lesionados, podría ofrecer lecciones valiosas para eventos internacionales como el Mundial de 2030. Si bien el fútbol es un deporte apasionante que conecta a millones de personas en todo el mundo, también es una industria que debe adaptarse a las exigencias de sostenibilidad y responsabilidad social del siglo XXI.

En este sentido, la experiencia de eventos como la Copa América de 2019, celebrada en Brasil, ofrece un modelo a considerar. Al utilizar sólo cinco estadios para todo el torneo, se logró reducir tanto los costos como el impacto ambiental del evento. De igual manera, la UEFA ha implementado estrategias similares en la organización de la Eurocopa, priorizando la utilización eficiente de recursos y la reducción de sedes.

La decisión de organizar el Mundial de 2030 en seis países diferentes busca capturar la emotividad de un evento histórico que celebra los 100 años del primer campeonato en Uruguay. Pero, ¿es esta complejidad realmente necesaria? La idea de descentralizar un evento tan masivo corre el riesgo de diluir el impacto emocional y simbólico que tradicionalmente tiene un Mundial cuando se celebra en un solo país o en una región bien delimitada.

Es crucial que la FIFA y los países anfitriones reconsideren cómo equilibrar la magnitud del evento con las realidades prácticas de su organización. En lugar de expandir indefinidamente el formato, podrían centrarse en crear un evento más compacto y sustentable que priorice la experiencia tanto de los aficionados como de los jugadores y cuyo último enfoque sea la calidad del espectáculo deportivo. Esto no sólo reduciría los costos y el impacto ambiental, sino que también podría devolver al Mundial una sensación de unidad y cohesión que corre el riesgo de perderse en la dispersión.

La preservación de los ideales del deporte no solo radica en el formato de los eventos, sino también en la promoción de una competencia justa y accesible para todos. En los últimos años, el fútbol se ha visto afectado por el aumento de los derechos televisivos y los patrocinios multimillonarios, lo que ha generado una desigualdad evidente entre clubes y selecciones. Los organismos rectores deben buscar cómo equilibrar estos ingresos con programas que fomenten el desarrollo del deporte desde las bases.

Otro desafío importante será integrar tecnologías innovadoras sin sacrificar la esencia del juego. Si bien herramientas como el VAR han mejorado la precisión en decisiones arbitrales, también han generado críticas por ralentizar el ritmo de los partidos. La clave estará en encontrar un balance entre la modernización y la dinámica natural que hace del fútbol un espectáculo vibrante y apasionante.

Asimismo, los organizadores de eventos deportivos deben enfocarse en estrategias de inclusión y accesibilidad. Desde precios de boletos hasta la infraestructura de los estadios, garantizar que todas las personas puedan disfrutar del deporte sin importar su situación económica o condiciones físicas es fundamental para preservar el carácter universal del fútbol. Esto también podría implicar el uso de energías renovables y tecnologías sostenibles en los estadios.

El futuro del deporte también pasa por reforzar el vínculo entre las grandes competencias y las comunidades locales. Los Mundiales, Juegos Olímpicos y otros torneos internacionales deben dejar un legado tangible en las ciudades anfitrionas, no solo en infraestructura, sino también en oportunidades de empleo, educación y promoción de estilos de vida saludables.

Finalmente, para garantizar la relevancia y el impacto positivo del deporte en las próximas generaciones, será necesario promover la transparencia en la gestión de los organismos deportivos. Esto implica combatir la corrupción, mejorar los procesos de toma de decisiones y asegurarse de que los intereses económicos no eclipsen los valores fundamentales del deporte: la pasión, la inclusión y el juego limpio.

En un mundo que a menudo se confunde el más con el mejor, tal vez sea momento de reflexionar sobre cómo regresar a lo esencial: la pasión por el deporte, la conexión entre las personas y el compromiso con un futuro más sostenible. El Mundial de 2030 podría ser la oportunidad perfecta para aplicar esta lección.

¿Crees que el Mundial de 2030 podría ser un modelo de sostenibilidad o que estamos perdiendo el enfoque en lo que realmente importa en el deporte? Te invito a compartir tus ideas y comentarios.

Por: Diego ‘SAGO’

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