En su libro la Era de la Inteligencia Artificial, Henry Kissinger comentaba que la gran paradoja de la Guerra Fría fue que las poderosas armas surgidas de las tecnologías de aquel tiempo jamás fueron usadas.
Como se recordará, en la disuasión nuclear las potencias dominantes se abstuvieron de utilizarlas, puesto que entrañaba el riesgo de la destrucción mutua; ninguna otra tecnología militar podría asegurar una superioridad estratégica frente al adversario.
Esta circunstancia está cambiando en la actualidad con los consiguientes riesgos para la paz y seguridad internacionales. En el último número de la revista Foreign Affairs, aparece un interesante y documentado artículo de Michael C. Horowitz, que muestra cómo la tecnología está transformando la guerra, y cómo ha cambiado los escenarios bélicos en todo el mundo.
Según este análisis, Estados Unidos ya no tiene la enorme ventaja que tenía en el pasado en materia de ataques militares de precisión. La tecnología que sustenta esas capacidades (municiones convencionales, sensores y sistemas de guía) se ha vuelto más barata y accesible para muchos países y organizaciones fuera de Estados Unidos. Desde Azerbaiyán hasta Corea del Norte, pueden haber ataques con la precisión, la potencia y el alcance que antes eran exclusivos de las fuerzas armadas estadounidenses.
Hay un beneficio de los adelantos tecnológicos del sector privado en Inteligencia Artificial (IA) y en la facilidad existente para adquirir en cualquier parte plataformas de comunicaciones y sistemas de posicionamiento global.
Horowitz utiliza, entre otros, el ejemplo de la guerra en Ucrania para demostrar que aún países pequeños o actores no estatales pueden generar un inmenso poder de ataque, empleando dispositivos más baratos y a gran escala. Ucrania puede gastar entre unos cientos de dólares en un dron táctico hasta treinta mil dólares para un sistema de drones de largo alcance, capaces de atacar objetivos a 500 millas de distancia.
Otro ejemplo fue el de Irán, que recientemente lanzó 300 drones sobre Israel que fueron abatidos con la ayuda de EU. Según cálculos del autor, estos ataques habrían costado a Irán cerca de 80 millones de dólares, mientras que el costo de derribarlos fue para EU de un billón de dólares.
El autor concluye que los pequeños y baratos drones utilizados por Ucrania muestran cómo están cambiando las tecnologías de guerra y nos dan una idea de lo que viene en el futuro. Por mi parte cabría agregar que estas y otras tecnologías, incluyendo armas letales autónomas y aplicaciones de inteligencia artificial, no solo están al alcance de actores estatales, sino de terroristas y organizaciones criminales.
Ello, sin el paraguas de la disuasión que contenía a las potencias rivales de la Guerra Fría. Estamos frente a un escenario de gran incertidumbre y en medio de un deteriorado ambiente geopolítico que nos pone a todos en peligro.
De ahí, la tarea más urgente es avanzar hacia una supervisión y regulación de las nuevas tecnologías, en su uso para el bien y controlando sus riesgos.
POR CARLOS DE ICAZA
@CARLOSDEICAZA
EMBAJADOR EMÉRITO Y EX SUBSECRETARIO DE RELACIONES EXTERIORES
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