Claudia Sheinbaum Pardo, erigida como presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, no guardó nada en su reconocimiento y lealtad a Andrés Manuel López Obrador, el hombre que, dijo, inició la cuarta transformación de la vida nacional. Honró su honestidad, compromiso y valentía. Lo ubicó en un lugar especial de la historia y le expresó admiración en su retiro.
Y en el inicio del segundo piso de este modelo de gobierno delineó su propia estrategia, marcó su estilo, inició la nueva senda con su sello, su visión y su anhelo.
“Gobernaré para todos y para todas y tengan la certeza de que pondré mi conocimiento, mi fuerza, mi historia y mi vida misma al servicio del pueblo y de la patria. Tengo la certeza de que lo conseguiremos juntas y juntos, un México cada vez más próspero, libre, democrático, soberano y justo…”
El primer mensaje a la nación como presidenta de México se puede dividir en dos granes apartados. El primero, de lealtad y humildad hacia el hombre que encabezó la llamada Cuarta Transformación. Palabras de humildad y sencillez para quien la incorporo en la ruta histórica del llamado cambio pacífico de la sociedad.
No se trató de un acto retórico de la mujer política que asume el poder y le dispensa la cortesía del reconocimiento público al presidente saliente. Se trató, para propios y extraños, del momento crucial de ese deslinde institucional, del llamado parto de los montes, que marca el fin de una etapa y el inicio de otra, crucial en toda transición, pero determinante en las circunstancias actuales donde muchas voces deslizan la amenaza de un Maximato.
Mensaje, palabras, deseos de cortesía de Claudia Sheinbaum Pardo, ya como presidenta, hacia Andrés Manuel López Obrador, pero con un gran significado. El deslinde. Dejar en claro el fin y el principio. El inicio de un nuevo sexenio, La llegada de nuevos tiempos. Tiempo de Mujeres, tiempos con sello y aroma de mujer. Tiempo del inevitable deslinde.
“Se retira de la vida pública como un demócrata y maderista, a seguir luchando desde otra trinchera, a escribir lo que ha sostenido desde sus primeros días cuando trabajó con los mayas-chontales, que el origen de la grandeza cultural de México reside en las grandes civilizaciones que vivían en esta tierra, siglos antes de que nos invadieran los españoles”
Y, como si hubiera duda, un claro mensaje de despedida en ese reconocimiento a uno de “los grandes” de México, como lo llamó:
“Su último libro lo titula ¡Gracias!, y hoy le devolvemos el agradecimiento. Profundas gracias, gracias, gracias por siempre. Ha sido un honor luchar con usted. Hasta siempre hermano, amigo, compañero Andrés Manuel López Obrador.”
Su tiempo se acabó, se lee entre líneas.
La segunda parte de su primer mensaje como titular del Ejecutivo Federal se caracteriza por lo que podría denominarse un terso deslinde, sin rupturas, sin estruendos, sin deslealtades, pero desline al fin.
Acciones, llamados y exhortos ya en otro tono, ya con otra mística, ya con su sello personal.
El primero de ellos, el saludo y beso en la mejilla de ella, presidenta, para con la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, quien estoica ocupa su sitio en la zona principal del recinto de San Lázaro. Luego, un llamado vehemente a concretar la Reforma al Poder Judicial con un ofrecimiento. Se respetarán todos los derechos de los trabajadores del poder judicial. Sin estruendos, sin descalificaciones, sin esa retórica de odio ni confrontación.
Otro momento que marca lo distinto. El ofrecimiento de garantías, de certeza y legalidad a la inversión privada, nacional e internacional. Un llamado a trabajar juntos, a seguir invirtiendo en México a cambio de seguridad, sin sobresaltos ni sorpresas en las reglas del juego económico financiero. Habrá autonomía del Banco de México. Llama a la iniciativa privada a cerrar filas para el fortalecimiento de la economía nacional, con un tono conciliatorio, ya no desde el odio.
“Lo digo con toda claridad. Tenga la certeza que las inversiones de accionistas nacionales y extranjeros estarán seguras en nuestro país”. Mensaje de Unidad, no de reproche. Palabras que buscan sumar, no polarizar, como fue la constante en el sexenio que terminó.
Otro tono, firme, categórico, pero no ofensivo, ni bravucón el que utilizo en su primer mensaje la presidenta de México para referirse a Estados Unidos y Canadá, los socios comerciales de México. La narrativa de países injerencistas, colonizadores, depredadores, quedó atrás, ya en otro momento.
Es claro que entre nosotros -México, Estados Unidos y Canadá- no competimos, nos complementamos y, además, generamos las condiciones para una mayor consolidación de la economía de todo el Continente en una visión de presente y futuro de la economía mundial.
En materia de seguridad interna, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo reiteró que no regresará la “guerra contra las drogas”, como lo hizo el entonces presidente Felipe Calderón, pero deja atrás el infausto plan de “abrazos no balazos” de su antecesor.
Hoy planteó cuatro ejes, donde destacan el uso de la inteligencia, la coordinación institucional en los tres niveles de gobierno con las áreas de impartición de justicia y, sobre todo, el fortalecimiento de los órganos de la operación territorial, sin dejar de atender el origen del problema: las carencias sociales en la mayoría de las regiones del país para que la población no ceda a la tentación de unirse a la delincuencia y al crimen organizado.
Dio vuelta a la página del “no pasa nada” o “mis adversarios magnifican los hechos”, para dar paso a la operación estratégica basada en trabajo de inteligencia en materia de seguridad.
Habló de otra forma de ver y entender el respeto a los derechos de todos los ciudadanos, quizá uno de los mensajes donde se observa el estilo personal de ejercer el poder.
La presidenta definió que respetará y garantizará la diversidad religiosa, política, social, cultural y sexual de la sociedad. “En nuestro gobierno garantizaremos todas las libertades, de expresión, de prensa, de reunión, de movilización. La libertad es un principio democrático y nosotros somos demócratas”, remarcó.
El nuevo discurso dejó atrás el mensaje de prensa y periodistas chayoteros o neoliberales. La ofensa parece, quedó atrás. Tendió un puente con la Iglesia y las iglesias.
Muchos signos, sin duda de nuevos tiempos.
Tiempo de Mujeres. Como el anuncio de su primer gira de trabajo como presidenta de México a Acapulco, Guerrero, donde amplias zonas fueron devastadas por el huracán “John”. Un primer viaje a una zona de desastre que dice mucho de ella, de su estilo personal de gobernar, distinto en la forma, porque su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, siempre se empeñó en no querer ver la realidad, caminar por el lodo o andar entre calles y casas inundadas, menos donde las crisis humanitarias, las que padecen hombres de carne y hueso, cimbran a cualquiera.
Tiempo de Mujeres, sí.
Pero, sobre todo, tiempo de recomponer gradualmente el camino que comienza a recorrer y que exhibe muchas oquedades.
POR ÓSCAR SÁNCHEZ MÁRQUEZ
CONSULTOR EN COMUNICACIÓN E IMAGEN POLÍTICA
@DELVALLE1968
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