Son apenas una treintena, quizá menos de la séptima parte de los 222 miembros de la mayoría republicana en la Cámara baja del Congreso estadounidense.
Podrían ser definidos sin problema como representativos de la ultraderecha en ese país, una que está íntimamente vinculada con el expresidente Donald Trump y sus intentos de mantenerse en el poder.
Pero en este momento son el grupo que condiciona e inclina a la derecha las acciones de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes (diputados) y mantiene a su presidente y líder, Kevin McCarthy, sujeto a condicionamientos ideológicos sin precedente en por lo menos 70 años. Sin su apoyo, no tendría el puesto.
La última vez que un grupo de extrema derecha tuvo tanta influencia en la política estadounidense fue a principios de los años 50, cuando Richard Nixon, en la cámara baja, y Joe McCarthy en el Senado, aprovecharon el inicio de la "guerra fría" para lanzar sus "cacerías de brujas" anticomunistas en el país.
Hoy, la presión ejercida por esos 30 legisladores obliga al resto de la bancada republicana a moverse a la derecha o adoptar medidas de derecha.
Esos 30 votos de autodefinidos "puros" son indispensables para la mayoría republicana y condicionan su voto por propuestas de ley republicanas a la inclusión de agregados de extrema derecha. Y por lo normal, se trata de negar financiamiento gubernamental a grupos minoritarios, sean raciales o sexuales.
La Ley de Defensa aprobada el viernes pasado, por ejemplo, incluyó medidas para evitar ayuda a personal militar en casos de aborto o en tratamientos transgénero. Tiene pocas posibilidades de pasar el filtro del senado, dominado por los demócratas, o ser aprobada por la Casa Blanca de Joe Biden.
Pero según crìticos del grupo derechista, eso no es lo importante para el autollamado "Consejo de la Libertad", que aspira a liberar a los estadounidenses de la educación laica, de la cultura liberal, de restricciones a la posesión de armas y ayuda al desarrollo de las minorías étnicas.
Más aún, mucho de lo que mueve ideológicamente al grupo está representado por su postura anti-migración y por lo que consideran como una insegura frontera con México.
De hecho, el juego de obstrucción en el congreso les ofrece cada vez más oportunidades de ocupar posiciones de poder: los comités Judicial y de Supervisión del Gobierno son por ejemplo dos de los más políticamente influyentes y se encuentran bajo la presidencia de dos miembros del grupo, Jim Johnson y Richard Comer, que han hecho lo posible por detener investigaciones sobre los intentos de Donald Trump para alterar las elecciones y a cambio iniciar indagaciones en torno a la presunta corrupción del actual presidente Joe Biden.
Cierto que en alguna medida esos condicionamientos e intercambios pueden ser considerados como parte del juego político partisano, pero visto desde afuera parece todo un proceso para la toma del poder por una minoría organizada.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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