Los triunfos no hay que escatimarlos. Se vale reconocerlos. La presidenta Sheinbaum y su gobierno, se anotaron uno importante la semana pasada. El mayor hasta ahora, en seis meses de gobierno. Frente a la furia de Donald Trump, que repartió aranceles a diestra y siniestra a medio mundo (o más), México salió bien librado. No es que nos fuéramos limpios y sin raspones, pero la proporción del impacto para nuestro país, no es comparable más que con Canadá. El paraguas del T-MEC nos salvó.
Con respirador artificial, pero el acuerdo comercial aún vive. El presidente de EU pudo haberlo matado el miércoles en el que impuso aranceles recíprocos, pero le perdonó la vida. Que el T-MEC siga vigente, aún con todo e imposiciones arancelarias para nuestro país en el neurálgico sector automotriz, y del acero y aluminio, no puede ser más que buena noticia. Nadie le vende más al mercado estadounidense que México. Una imposición de aranceles habría significado el colapso económico del país. Regiones enteras no lo resistirían; se habrían perdido miles de empleos y cientos de empresas estarían contra las cuerdas. Por eso la victoria no es menor.
Sobrellevar a Trump es un reto mayúsculo. Hasta ahora la estrategia mexicana ha dado buenos dividendos. Nuestro país sí ha sido castigado por Trump, pero no con la severidad impuesta a otras naciones, lo que significa una ventaja competitiva. ¿Qué se necesita ahora? Capitalizar el momento. Aprovechar que el T-MEC aún existe y que por ahora nos protege.
Para aprovechar la corriente favorable, no basta con celebrar que “la libramos”, ni echar las campanas al vuelo porque “tenemos trato preferencial”. La estrategia es tan simple como lo anunciado por la presidenta Sheinbaum en sus 18 acciones para reforzar el Plan México. No se trata de descubrir el hilo negro. Pero, más allá de los proyectos ya puestos en marcha, hay que escuchar al sector empresarial. A todo, no solo a una cúpula. Los empresarios no piden demasiado. Si acaso tres cosas: certeza jurídica, seguridad y menos trámites burocráticos.
Certeza, para que no se cambien las reglas del juego a medio partido, mucho menos a capricho de algunos en la 4T. El botón de muestra es la reforma al Poder Judicial, que lejos de abonar a la confianza, enrarece el ambiente, espanta inversiones y pone nerviosos lo mismo a empresarios e inversionistas, que a los mercados. Es un sinsentido que puede ser muy peligroso y alejará inversiones.
Seguridad, para que las empresas de todos tamaños puedan trabajar. Como no se hizo en el sexenio pasado, ahora la estrategia incluye más operativos, decomisos y detenciones. Los pequeños, medianos y grandes empresarios, están hartos de que les roben -en sus negocios, carreteras…- y pagar extorsiones. La principal obligación del Estado es garantizar la seguridad. La tarea se está haciendo, pero sigue siendo un pendiente.
Y menos trabas burocráticas, porque es un viacrucis abrir un negocio. No solo son trámites y enredos en lo federal, casi siempre son más engorrosos los permisos, reglas y normas estatales o locales. Se fomenta la corrupción y se vuelve un calvario echar a andar un negocio o abrir una empresa.
Esas tres cosas, sí le tocan al gobierno mexicano. Generar esas condiciones volverían más competitivo al país y permitirían capitalizar el respiro que Trump ha concedido a México, y que no sabemos cuánto durará.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
@MLOPEZSANMARTIN
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