COLUMNA INVITADA

Uso y abuso de la imagen de la guadalupana

Protagonista indiscutible de nuestros avatares, la imagen de la virgen de Guadalupe más que su devoción, habrá que subrayarlo, preside la vida nacional y en particular ha irrumpido en el teatro de la política orientada a la sucesión presidencial del 2024

Uso y abuso de la imagen de la guadalupana
Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Protagonista indiscutible de nuestros avatares, la imagen de la virgen de Guadalupe más que su devoción, habrá que subrayarlo, preside la vida nacional y en particular ha irrumpido en el teatro de la política orientada a la sucesión presidencial del 2024. Una de las aspirantes a ser candidata por un partido que curiosamente en el acrónimo de su nombre alude a ella conceptual y visualmente (Morena, Movimiento de Regeneración Nacional), Claudia Sheinbaum Pardo, se atrevió a portar una falda que lleva estampada y bordada la imagen de esta advocación de María, madre de Jesús de Nazaret. Por un lado, se banaliza; de otro, se utiliza. Especulación frívola y superficial. 

Desacato flagrante al laicismo que prescribe nuestra Constitución, amén de vulgar oportunismo al apelar a una de las creencias fundamentales de los mexicanos. El asunto es grave por la manipulación que entraña la instrumentación del símbolo, más que por la religión en la que haya sido criada o que profese la ahora “corcholata”, condición que eventualmente implica el ser “destapada”, es decir retirada la tapa del líquido embotellado, como suele designarla a ella y a sus colegas-adversarios el mismísimo mandamás oriundo de Tepetitán, municipio de Macuspana. 

Lejos de juicios sumarios, ortodoxias inquisitoriales y prejuicios ideológicos, deviene indefendible recurrir a una figura ajena a sus orígenes judíos, askenazis lituanos del lado paterno (Sheinbaum Yoselevitz) y sefardíes búlgaros del lado materno (Pardo Cemo).
Si bien su familia jamás se ha ufanado de ser observante, su desarrollo se dio en un ambiente de respeto a las fiestas y celebraciones hebreas. 

Otras figuras públicas han recurrido a esta figura del culto mariano mexicanizado. Así, José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix quien, en reconocimiento a la protección recibida, se hizo llamar Guadalupe Victoria. Como emperador Agustín de Iturbide creó la Orden Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe olvidada tan pronto abdicó. Se lanzaría en su rescate Antonio López de Santa Anna sin mayor éxito, lo mismo que Maximiliano I de Habsburgo. 

Vanos intentos de sacarle provecho al “milagro” de la imagen en la tilma pletórica de rosas de castilla que el propio arzobispo de la época, fray Juan de Zumárraga, no reconociese; como sí lo hiciera Bernardino de Sahagún quien llegaría al extremo de asociar el lugar de manifestación a Juan Diego Cuauhtlatoatzin de la guadalupana a un hipotético precedente, el fervor a la diosa Tonantzin. Ninguna evidencia arqueológica existe ni del templo, ni de la deidad en ese rumbo. Sería el siguiente encargado del gobierno diocesano, el dominico Alonso de Montúfar, el que abrazaría la causa de semejante manifestación de la virgen. 

Una década después de la caída de Mexico-Tenochtitlan (1521) cierta devoción católica defiende las cuatro apariciones de la virgen de Guadalupe (1531) en el cerro del Tepeyac. La crónica de estas creencias queda registrada en el Nican mopohua, escrito
atribuido al indio noble Antonio Valeriano, que forma parte del Huei tlamahuizoltica, obra en náhuatl de Luis Lasso de la Vega. Edmundo O’Gorman y Miguel León Portilla coinciden en la atribución y sitúan su composición hacia 1556. 

Nuestro notable estudioso y erudito sin parangón don Joaquín García Icazbalceta, biógrafo y recolector en cuatro tomos de los documentos de Zumárraga, se opondrá a la existencia misma de Juan Diego y será escéptico del prodigio mariano. No corresponde detenerse en si el ayate fue pintado por Marcos Cipac de Aquino, o si fue intervenido o no por Miguel Cabrera quien sí lo copió y entregó al pontífice Benedicto XV mediante los buenos oficios del jesuita Jesús Francisco López. Lo que sí toca es denunciar la manipulación de la religiosidad popular y la transgresión de la norma que prohíbe el uso Uso y abuso de la imagen de la guadalupana proselitista de estas imágenes. Bochornoso incidente, reprobable conducta, de Claudia Sheinbaum Pardo. 

Luis Ignacio Sáinz

Colaborador

sainzchavezl@gmail.com

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