COLUMNA INVITADA

A Picolina, Sary Estefan Mafud. Mi hermana. En su cumple

Desde niña contigo en la bici por la ciudad, y después, los momentos con tus amigas y yo como una mascota entre ustedes, puras viejas

OPINIÓN

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Juan Carlos Estefan / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Hola hermana, buenos días. Sabes, hoy cumples años y aún pasa por mi mente casi cada momento o época contigo. 

Desde niña contigo en la bici por la ciudad, y después, los momentos con tus amigas y yo como una mascota entre ustedes, puras viejas. 

Recuerdo, con claridad absoluta, viéndote por el cuarto de la esquina con las puertas abiertas, sentada en el antiguo jardín, a un costado de la higuera, con tu guitarra y a un lado la revista Guitarra Fácil de la cual, con tu talento heredado de Papá aprendiste sola a tocar y cantar para disfrute de todos. 

No me es ajena tu dedicación en la escuela cuando te sentabas a estudiar y hacer la tarea en la inmensa mesa de caoba del comedor, llena de libros a tu alrededor, tomando la pluma con tus dedos de una forma que hacía creer a cualquiera que no querías que se te escapara. Al final aparecía una letra linda y precisa y también tu firma, imposible de replicar y auténtica como tú. 

Fuiste creciendo y recuerdo la vez de muchas que íbamos en la batea de la Cheyenne con Ricardo al volante y Enrique, tú y yo atrás. Tendrías 16 y yo 11, y te veías linda esa noche de luna clara, cuando pasamos por un barrio en Salina Cruz, y unos vagos, sabiendo quienes éramos, nos gritaron "cuñados" y te echaron piropos sin parar. Cuánto coraje me dio, fue la primera vez que insulté a alguien parándome en la caja de la camioneta y gritándoles no sé qué tanto ante la risa de los hermanos y tuya. 

Qué linda eras y te veías siempre hermana, y siempre tuviste también tiempo para mí. 

Así eras con Papá y Mamá. Recuerdo que no había noche en que no lo abrazaras antes de dormir y quitándose sus bifocales, te tomaba con las manos de tus mejilla y te empujaba una de ellas hacia sus labios con fruición, como queriéndote comer de amor paternal en un solo beso de buenas noches.

Luego te fuiste a México a estudiar, y me hiciste falta pero empezábamos a crecer y era necesario. 

Recuerdo a Papá decir varias veces que qué bien se platicaba contigo, que eras asertiva en tus comentarios y se notaba tu crecimiento intelectual. 

Te mandé decenas de cartas. Recuerdo varias que cada vez iban siendo de un niño mayor.

Desde las cartas a Santa hasta que comenzaste a orientarme a redactar lo que debía ponerle a una novia que tenía a los 14 años. 

Una imagen indeleble es la tuya, sentada al lado de la consola escuchando y cantando a Queen y Mocedades entre otros, con la funda del acetato en las manos leyendo las letras y con la voz educada que casi no se diferenciaba de quienes cantaban. 

En fin hermana, podría escribir tantas cosas que me guardaré por ahora. Viviste feliz y fuiste plena y libre. Has cumplido con tu deber como las grandes, y famosa o no, tienes miles de personas que te quieren. Eso es grandeza pues nunca hablaste de ello, saltaba a la vista. Nunca te sentiste la reina de las fiestas, eso te lo decían, no lo pediste. 

Esa sencillez, digna de las personas superiores en espíritu. 

También sufriste como todos, pero qué sería de la felicidad sin algo de sufrimiento. Que Dios ponga en su lugar a quienes tú con grandeza ignoraste, a quienes creyeron que te engañaban sin saber que tú ya lo sabías. A quienes te envidiaron, ellos, ya tuvieron su castigo con ese sentimiento vil. Hoy, seguro estoy, la culpa los tortura. A quienes te amamos, estás cada día dentro nuestro. A los que por una ambición desmedida te dejaron en un estado de consciencia mínima, que sepan el daño que hicieron. 

Constantemente recurro a William Blake y su poema del Tigre; y haciendo una analogía también concluyo en lo mismo que Blake. De quién fue la mano, de quién el poder, con qué mazo y en qué yunque se forjó la personalidad que te otorgó esa dualidad, esa dicotomía de tener la fortaleza de un tigre y la sensibilidad de un iluminado?

Te amo hermana querida. A veces he llorado en soledad, es cierto, y a veces, también,  entiendo que tuviste una vida tan plena que quizá encontremos pronto la resignación. Ya no me pregunto el porqué sino el para qué; pero entiendo que la vida tiene razones que el corazón desconoce. 

Felicidades hoy y, ten por seguro que nunca, nunca jamás serás olvidada. 

Quiero que sepas que aún me cuesta disfrutar sabiendo que tú no puedes; que muchas veces, cada que disfruto algo al mismo tiempo me reprocho el por qué tú no estás. Cosas quedaron inconclusas pero, tal vez, algún día, en algún lugar, las haremos.

Pero tengo una familia, sabes bien, a la que amo, y vivo por ellos, Jean y Mikele preguntan por ti a menudo, Mikele quiere aún que le enseñes piano y me cuesta trabajo explicarle a sus 5 años que eso ya no va a ser.

También quiero que sepas que a pesar de todo, estoy de pie y me siento fuerte, que seguiré mi camino como tú lo harías y se hablará de ello. Que triunfaré cada día como siempre lo he hecho aunque sé que el dolor continuará, pero hay por qué vivir y tú te sentirás orgullosa. 

Hasta aquí dejo todo por hoy y te prometo que pronto te veré. Dios decidirá dónde.

POR JUAN CARLOS ESTEFAN

CONSULTOR

PAL