COLUMNA INVITADA

¿Dónde está México?

La IX Cumbre de Líderes de América del Norte fue un éxito real, que hay que aplaudir. Más allá de cuestiones protocolarias, se aprobaron decisiones sustantivas

¿Dónde está México?
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El mapa americano revela la privilegiada posición geográfica de México: en medio de las dos principales regiones del continente, América del Norte y América del Sur. Somos un país mesoamericano y latinoamericano que se ubica en América del Norte. Los dos grandes océanos del mundo, el Atlántico y el Pacífico, son parte de nuestras costas. Nuestras contigüidades geográficas nos convierten, a la vez, en un país atlantista, caribeño, latinoamericano, mesoamericano, norteamericano y del pacífico. Muy pocas naciones del mundo tienen una posición geográfica tan ventajosa.

Somos una nación de pertenencias múltiples, con lazos históricos, comerciales, culturales y demográficos con todas las regiones del globo. Con ambas américas, al Norte y al Sur; con África, Asia y Europa. Por eso, además de nuestra herencia madre de los pueblos originarios, de España y otras naciones europeas, también nos enriquecen nuestras herencias africanas, árabes, judías, asiáticas y caribeñas, que es preciso no desdeñar nunca.

México es hoy una gran nación en desarrollo, (la décima más poblada del mundo, con 132 millones de habitantes) multiracial, multiétnica y multicultural, integrante de pleno derecho de los foros de América del Norte, del Caribe, de Mesoamérica, de Latinoamérica, Hemisféricos y del Pacífico.

Pero, a veces, por prejuicios ideológicos, nos hacemos bolas. Confundimos nuestras pertenencias múltiples con nuestros intereses vitales. Van dos ejemplos. 

La IX Cumbre de Líderes de América del Norte fue un éxito real, que hay que aplaudir. Más allá de cuestiones protocolarias, se aprobaron decisiones sustantivas. El principal acuerdo alcanzado entre los presidentes Biden, López Obrador, y el Primer Ministro Trudeau, fue establecer un grupo de trabajo para atraer hacia la región inversiones en los sectores más estratégicos en el siglo XXI, entre ellos el de los semiconductores. Llámese “nearshoring” o “substitución de importaciones”,  los tres países profundizarán una integración económica regional de la que el principal beneficiario puede ser México, siempre y cuando sepamos alinear nuestras políticas públicas para atraer esas inversiones, en lugar de ponerle obstáculos.

La Cumbre empezó mal por un discurso del Presidente López Obrador reclamando a Biden una supuesta falta de atención histórica de Estados Unidos a América Latina. El tema puede ser importante, pero no era un asunto relevante para una reunión de América del Norte. En esta región se concentran los intereses vitales de México en materia comercial, financiera, migratoria, turística y de seguridad, además de ser la fuente de las remesas de las que dependen millones de familias mexicanas, que el año pasado superaron 50 mil millones de dólares.

El Tratado México-Estados Unidos-Canadá está lejos de ser perfecto, pero es el mejor instrumento con que contamos para promover una integración norteamericana más equilibrada, que pueda beneficiar a la mayoría de los mexicanos.
Por ello, el interés fundamental de México es promover la cohesión de América del Norte, no una integración económica continental para competir con China, pretensión que además de ofender a la gran nación asiática, no interesa a la mayoría de los latinoamericanos, porque da la casualidad que esa gran potencia, y no Estados Unidos, es su principal socio comercial.

El segundo ejemplo de aparente confusión entre pertenencias e intereses está en la pretensión de buscar reemplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA), con la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC), que celebrará su VII Cumbre en Buenos Aires el próximo martes 24 de enero.

No se entiende cómo un mecanismo de concertación regional podría substituir a un organismo hemisférico con raíces en el siglo XIX, con docenas de tratados jurídicamente vinculantes, y que forma parte de un sistema interamericano con actividades en prácticamente todos los campos. México tiene un interés vital en la preservación de la OEA, organización en que cada uno de sus miembros tiene un voto, y ningún país derecho de veto, como en la ONU.

Hay que recordarlo, la CELAC, heredera del Grupo de Río, nació en México en 2010, hace trece años, en una cumbre presidencial. Fue resultado de un acuerdo entre el entonces presidente Felipe Calderón, y los presidentes Chávez, Kirchner, Lula y Fidel Castro. Indudablemente, al contar con la participación de todos los estados latinoamericanos y caribeños es un mecanismo muy valioso de dialogo intergubernamental y concertación política regional. Sin embargo, actúa por consenso, lo que en ocasiones dificulta mucho la toma de decisiones dada la desintegración real que hoy caracteriza a la región. 

La CELAC no es un organismo regional, como sí lo es la OEA, porque no cuenta con una sede y un secretariado permanentes para darle seguimiento puntual a sus decisiones. Opera con una Presidencia pro témpore que en este momento ocupa Argentina. Desde luego, es fundamental la presencia de México en un foro que reúne a todos los mesoamericanos, los caribeños y los sudamericanos.

Por ello, cuesta trabajo entender que nuestro presidente, por una parte, asuma la defensa retórica de América Latina frente a Estados Unidos, para inmediatamente después decidir que no asistirá a la Cumbre de la CELAC del próximo martes. Ya sabemos que esa es su costumbre. Pero es un hábito con el que pierden influencia él, su gobierno y el país. Al igual de lo que sucede en las cumbres del G20, muchos se preguntarán ¿Dónde está México?

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES PROFESOR EN EL TECNOLÓGICO DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX   

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