Un desastre natural, el golpe del huracán Ian a la infraestructura de Cuba, pone a prueba el impacto de un éxito político, el reciente referendo en torno a la familia y sus vanguardistas derechos para minorías sexuales, incluso el matrimonio entre personas del mismo sexo.
La aprobación verificó el pragmatismo del régimen, pero también indicó posibles problemas por atender. La legislación fue fuertemente promovida por el gobierno, y el presidente Miguel Díaz-Canel, la consideró como una cuestión de justicia.
La declaración de Díaz-Canel pareció aceptar las ideas de disensión y del voto de castigo, en abierto contraste con los llamados a defender la Revolución, luego de las manifestaciones de descontento del 11 de julio de 2021.
La propuesta ley sometida al voto popular prohíbe la discriminación por identidad y orientación sexual; reconoce diversos tipos de familias y de varios padres y madres; además de los biológicos, prohíbe el matrimonio infantil, permite la unión y la adopción a parejas del mismo sexo, incluye la gestación subrogada solidaria y protege la integridad física y emocional de niñas, niños y adolescentes, así como de personas ancianas, discapacitadas o al cuidado de otras.
Fue aprobada con 66.87 por ciento de los votos emitidos, mientras el rechazo llegó a 33.13 por ciento. Pero, según el Consejo Nacional Electoral (CNE), la abstención llegó a 26 por ciento, una cifra que aunado al rechazo no puede ser ignorado en un país donde la participación histórica supera a 80 por ciento de los votantes.
El punto está en la medida que la abstención y el rechazo sean expresiones de descontento o simple desinterés. Es un tema abierto a discusión, y sin duda los analistas del régimen lo tienen en mente.
Pese a las acusaciones del exilio y las quejas de los disidentes sobre la renuencia del régimen a liberalizar sus posiciones, el gobierno cubano parece seguir una estrategia de reafirmar el poder del Estado cuando le parece necesario y hacer después concesiones socioeconómicas con efecto político.
Ciertamente, que quizá sea menos una cuestión de convicciones que de supervivencia política, al permitir la liberación de presiones sociales en un país en permanente crisis económica y donde los errores propios tienen la constante excusa, y presencia real, de Estados Unidos, su "villano favorito". Pero ha funcionado.
Sin embargo, tres días después del exitoso gesto de liberalización, el paso de Ian provocó daños y severas inundaciones en la región occidental de Cuba, con los consecuentes efectos negativos para una población que ya enfrentaba carencias económicas, escasez de alimentos y diarios apagones eléctricos.
El golpe de Ian no es culpa del gobierno cubano y aunque la respuesta sea tan eficiente como posible, sus efectos económicos son reales y por ello plantean una pregunta válida: el pragmatismo y la necesidad del gobierno cubano ¿lo llevarán a una mayor apertura o una mayor represión?
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
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