Alejandro Moreno, alias “Alito”, resultó más falso que una moneda de cincuenta pesos. Traicionó a todo aquel que se cruzó en su camino, utilizó a sus aliados en su beneficio, y para doblarse es más fácil que aprender la tabla del dos.
Para el dirigente del PRI, la palabra no tiene valor, el término traición no esta en su diccionario y, por lo visto, no fue educado en los valores del honor, en donde era más valiosa la palabra empeñada que cualquier contrato firmado.
Personaje ladino, de nulos escrúpulos, no sabe lo que es quebrantar la lealtad, defraudar con su comportamiento a la gente que confió en él. Lejos pareciera que quedaron sus dichos donde junto con la alianza con el PAN y el PRD, juró defender la Constitución y hasta prometió que no pasarían en las cámaras las reformas del presidente que atentaran contra los intereses de los mexicanos.
Bastó una apretada de tuercas de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, y de su fiscal, para que Alito “cambiara de opinión”. Al parecer, los videos en donde lo exhibían como un tipo vulgar y corrupto los soportó, el cateo a su casa como sea también lo aguantó, lo que ya no toleró fue que lo sorprendieran comprando unos automóviles McLaren 720s y 650s que ya ni Obama tiene.
Al encabezar por medio de la diputada priista Yolanda de la Torre la iniciativa de ley para ampliar la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles hasta 2028, fue la carta de cambio para no pisar la cárcel, en otras palabras, negoció su impunidad a cambio de apoyar la militarización en el país. Habrá que recordarle a tan infame personaje que para tener una lengua larga se necesita tener una cola corta.
Alito no solo chamaqueó a Marko Cortés, lo cual no es nada difícil, sino también al líder del PRD, Jesús Zambrano, quien es un político mucho más experimentado, sin embargo, no alcanzó a percibir que la traición esta en el ADN de Alejandro Moreno.
Como un juego de ajedrez, Andrés Manuel López Obrador y Alito le ganaron la partida a Cortés y a Zambrano. El líder del PRI sólo pensó en él, en la forma de salvar su pellejo, no le importó México, no escatimó en hundir aún más a un partido ya de por si decadente, y no reparó en ahondar más en la división interna que ya corroe las entrañas del tricolor.
La culpa no solo es de Alito, sino de aquellos con los que llegó a tan inconfesable pacto. Quienes, por cierto, no deben perder de vista que el líder del PRI no cambiará, volverá a traicionar en cualquier momento. Hoy les sirvió, mañana servirá a otros, al que le ofrezca algo mejor, su identidad es la traición.
Queda claro que la clase política deja a deber a la gente, al pueblo bueno y sabio, quien al parecer todavía no se cansa de tanta transa, de acuerdos en lo oscurito que laceran sus intereses y que cada día los vuelve más vulnerables ante los caprichos del gobernante en turno.
No hemos podido defender las instituciones que tanto trabajo nos costaron construir a los mexicanos, lo cual garantizaba un contrapeso en el poder. Por ello, no debemos de olvidar lo dicho por Lord Acton: “el poder tiende a corromper, pero el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Así como Lord Acton, hoy está más que presente Maquiavelo, quien decía: hay dos formas de combatir, una con las leyes, otra con la fuerza. La primera es propia del hombre, la segunda de las bestias.
POR EDUARDO MACÍAS GARRIDO
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