DESDE AFUERA

De milagros, historia y corrupción

Eliminar en tan poco tiempo un problema que ha sido documentado por siglos en México es, con franqueza, casi extraordinario

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

De creer a los apologistas de la Cuarta Transformación, mucho y quizás todo, ha cambiado desde que llegó el presidente Andrés Manuel López Obrador, en lo que se refiere a la transparencia y la honestidad gubernamentales.

"Ya no hay corrupción", afirman los voceros del gobierno.

Qué bueno, porque eliminar en tan poco tiempo un problema que ha sido documentado por siglos en México es, con franqueza, casi milagroso. Y ojalá sea así.

Pero la corrupción asume muchas formas y una de ellas, que no puede descartarse, se refleja incluso en un cuento que los expertos afirman fue escrito en el siglo XVII y lleva el nombre de Los Polvos del Virrey.

Cuenta el relato, que algunos describen como leyenda, que en el gobierno virreinal había amanuenses o burócratas que, como el protagonista, identificado por algunos simplemente como "Don Bonifacio", mal pagado y con compromisos familiares, sobre todo el futuro de sus hijos.

"Don Bonifacio" discurrió una maniobra: según lo reflejado en relatos literarios, escribió al virrey para pedirle que durante sus paseos vespertinos en carruaje, se detuviera en la esquina de las calles de Mercaderes y Plateros, y ofreciera un poco de rapé a la persona que estaría ahí. El rapé es un polvo de tabaco que se introducía en la nariz para provocar estornudos y era la moda de la época.

Intrigado, el gobernante salió del Palacio Virreinal como lo hacía a diario y llegó a la esquina en cuestión, que hoy puede ser identificada como la de El Zócalo con Madero, donde se encuentra un tradicional hotel. Ahí se detuvo brevemente, sacó la mano con su estuche de rapé y lo ofreció al hombre que esperaba, que tomó una pizca del polvo y dio las gracias. No hubo mayor diálogo.

Pero la escena se repitió varios días. A final de cuentas un día el virrey, intrigado, se detuvo para conversar con Don Bonifacio, y preguntarle de qué se trataba todo.

"Don Bonifacio" explicó su situación y cómo ésta había cambiado desde que el virrey había hecho aparente su favor: los peticionarios de favores se acercaban a él, cercano al virrey, para solicitar su intervención y como era costumbre en la época, lo hacían con obsequios, o con dádivas. Y aquellos con posiciones de poder hacían caso de un hombre al que el virrey distinguía con su amistad al grado de detenerse para ofrecerle rapé, públicamente.

De ser un hombre pobre, "Don Bonifacio" pasó a ser uno con recursos, y no había hecho mucho más que convertirse en un intermediario entre quienes pedían y quienes podían dar. En los relatos coloniales se le consideraba como "un pícaro"; hoy tal vez se le calificaría como "gestor" si no "coyote".

Pero el cuento demuestra que la corruptela tiene muchas formas y que al menos esa, o más, se amparan no necesariamente en el poder, sino en la percepción de cercanía o fácil acceso a quienes lo detentan. Cambiar eso, es un milagro.

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1

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