En Ucrania, los rusos “cortaron extremidades y gargantas, violaron, mataron a mujeres delante de sus hijos. Les arrancaron la lengua sólo porque el agresor no oyó lo que quería de ellos”, relató el presidente Volodímir Zelenski en una cruda intervención ante el Consejo de Seguridad de la ONU, al que pidió que Rusia no siga teniendo derecho de veto.
Zelenski denunció el asesinato indiscriminado de sus ciudadanos, familias enteras, incluso niños por parte de tropas rusas. Y es que hasta la guerra tiene sus reglas… los objetivos civiles están prohibidos.
Al encontrar una feroz resistencia en Ucrania, Moscú decidió replantear su estrategia de invasión; unos 24 mil efectivos se replegaron de Kiev y sus alrededores, para reabastecerse, reorganizarse y centrar su ofensiva en el sureste, donde hay zonas separatistas en las que reciben respaldo.
Detrás dejaron desolación, luego de su retirada de Bucha, muy cerca de Kiev, autoridades ucranianas encontraron escenas perturbadoras: decenas de cuerpos regados en las calles, otros en sus casas, maniatados, con el tiro de gracia; algunos con señales de tortura y evidentemente aplastados por tanques.
El genocidio en Bucha es sólo el principio y la punta del iceberg.
Ucrania llamó esta semana a sus ciudadanos a abandonar el sureste del país ante el agravamiento de la ofensiva rusa en el área y el riesgo de que se repliquen las atrocidades ocurridas en Bucha, aunque prácticamente se da por hecho que eso ocurrió ya en lugares como Mariúpol, ciudad que ha estado semanas bajo el asedio de Moscú.
Ayer mismo ocurrió otra tragedia, calificada por el presidente estadounidense Joe Biden como una “atrocidad horrible”, un misil fue lanzado contra una estación de tren en Kramatorsk, en la que al menos cuatro mil personas esperaban para poder evacuar. 50 personas fallecieron, entre ellas cinco niños.
Junto con los cadáveres se encontraron los restos del cohete que tenía, en ruso, la frase “para los niños”.
En respuesta, el premier británico Boris Johnson anunció que enviará misiles antitanques y antiaéreos a Ucrania.
El mundo democrático busca castigo. Kiev dice haber documentado más de cuatro mil crímenes de guerra cometidos por Rusia; sus investigadores exhuman los cuerpos en Bucha, y Canadá anunció el viaje de policías de la Corte Penal Internacional para indagar genocidio, crímenes contra la humanidad y de guerra.
No obstante para que las pesquisas prosperen, primero debe haber un alto el fuego, y eso podría tardar meses incluso años.
Occidente presiona con una batería de sanciones nunca antes vista, y con la simbólica suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, importante ante la campaña de desinformación que Moscú aplica en su territorio, asegurando que la muerte de civiles en Ucrania no es más que “un montaje sofisticado”.
Pero imágenes satelitales desmienten la propaganda de Moscú, decenas de cuerpos estaban ya tendidos en las calles de Bucha semanas antes de que las tropas rusas abandonaran la ciudad.
Putin no podrá seguir engañando a los rusos por mucho tiempo más; pruebas hay y los registros crecen.
POR ALEJANDRA MARTÍNEZ
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