La intervención rusa en Ucrania tiene alcances mucho mayores de lo que pudiera pensarse y tiene impacto alrededor del mundo, y ciertamente en Latinoamérica.
De entrada, representa un desafío a lo que hasta ahora se consideraba como el orden establecido internacional, y desde luego, a la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados, que el gobierno de Vladimir Putin valora en decadencia.
La invasión de Ucrania afecta directamente a toda la región de los Urales y Medio Oriente, donde Rusia aspira a ser la potencia dominante y es un actor activo.
Más allá, en América Latina, por ejemplo, Moscú tiene para empezar tres aliados militares, con una creciente relación económica: Nicaragua, Venezuela y Cuba.
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La isla fue por años un aliado de la desaparecida Unión Soviética, un vínculo que se perdió relativamente a la caída de la URSS, en 1991, y renovado tímidamente a principios de 2010.
Venezuela se convirtió en uno de los principales aliados rusos, durante el régimen de Hugo Chávez, en una situación que se consolidó bajo el gobierno de Nicolás Maduro.
En Nicaragua, el presidente Daniel Ortega se vinculó primero con la URSS y ahora con Moscú. Para ellos tres, el resurgimiento de Rusia como potencia representa, en cierta medida, un salvavidas y hasta una sombrilla de protección respecto a Estados Unidos, su gran enemigo.
La izquierda latinoamericana considera a Rusia como una de las principales alternativas en términos políticos y científicos frente a EU.
El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), un centro de análisis vinculado al grupo de Puebla –que incluye a los principales líderes de la izquierda tradicional de la región–, recomendó ya hace un par de años que los países de la región voltearan a ver hacia Moscú y Beijing como alternativa frente a Washington.
En qué medida la formulación de política exterior de Putin conjugue con la izquierda democrática regional está por verse, pero fue notorio que el fin de semana pasado un alto funcionario ruso visitó Cuba, Nicaragua y Venezuela, para abordar temas de cooperación, incluso militar.
Muchos creen que el juego ruso en América Latina es crear una distracción geopolítica para EU y cuestionarlos en lo que consideran sus propios territorios. Habría tal vez la intención de establecer presencia militar en cualquiera de los tres países, cuyo armamento es principalmente de origen ruso.
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Más aún, hace unos cinco años, barcos militares rusos visitaron puertos de las tres naciones.
Recientemente, Putin recibió además a los presidentes Alberto Fernández, de Argentina, que preside este año a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y Jair Bolsonaro, de Brasil.
Evidentemente, la acción rusa también se hará sentir en África y en Asia, incluso –como ya ocurre en Medio Oriente- a través de mercenarios como el Grupo Wagner.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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