COLUMNA INVITADA

El cuarto de crisis de AMLO

Cuando se producen hechos informativos que modifican o afectan el balance positivo que tiene un gobierno ante la opinión pública

OPINIÓN

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Asael Nuche / Columna Invitada / El Heraldo de México Créditos: Especial

Cuando se producen hechos informativos que modifican o afectan el balance positivo que tiene un gobierno ante la opinión pública, se consideran crisis reputacionales que es necesario evaluar y gestionar, pues tienen el potencial de afectar la confianza ciudadana.

Lo que ocurrió con la publicación de la mansión de Houston en la que habitó su primogénito José Ramón López, y el hecho de que ésta perteneciera a uno de los mayores contratistas de Pemex, es hasta ahora la mayor crisis reputacional en el gobierno de AMLO. Los hechos entraron en una colisión directa con uno de los pilares de su discurso transformador: la honestidad.

Un eje discursivo que le ha dado al Presidente una percepción de autoridad y superioridad morales frente a sus críticos, con las cuales ha llevado a cabo acciones que, aunque políticamente cuestionables, mantienen el respaldo mayoritario de la población.

Incluso más allá de las palabras, la autoridad moral se ha traducido en una estrategia de lawfare contra sus opositores políticos, amenazándoles con cárcel e incluso violentando sus derechos humanos criminalizándolos y amagándolos con investigaciones judiciales, sin tener posibilidad de una debida defensa, con objeto de silenciarlos. Como dijo Carmen Aristegui, las palabras del
presidente tienen peso y han contribuido a destruir las reputaciones de quienes cuestionan sus decisiones.

López Obrador ha enfrentado otras crisis reputacionales de gran envergadura como los videos de René Bejarano y Carlos Imaz, ex esposo de Claudia Sheinbaum, recibiendo dinero de Carlos Ahumada. Sin embargo, no sólo logró eludir el golpe y evitar la etiqueta de corrupto, sino que construyó un spin narrativo que dirigió contra el presidente Vicente Fox y opositores a los que acusó de una guerra sucia o “compló”, en su contra.

A diferencia de esa crisis, López Obrador no ha encontrado como presidente, la manera de eludir la imagen de corrupto. Sus operadores, con experiencia periodística, buscan repetir la fórmula para desviar la atención de la llamada “Mansión del Bienestar”. Revivieron viejas historias de juniors del poder, acusan a sus detractores de conspirar, cuestionan su calidad moral, encargaron a sus plumas toda clase de artículos expiatorios, pero nada parece funcionar.

Radicalizado, López Obrador recurre ahora a una burda campaña nacionalista y anticolonialista, esta vez contra España, pronto contra Estados Unidos, para desviar la atención de su persona y de sus hijos, y cerrar filas ante lo que sus asesores le han recomendado: culpar a estos países de financiar los ataques a su persona y proyecto.

En una próxima entrega, detallaré lo que ocurre en el cuarto de crisis de Claudia Sheinbaum.

POR ASAEL NUCHE

SOCIO FUNDADOR DE ETELLEKT

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