Recientemente ONU Hábitat publicó su reporte global sobre ciudades 2020. El principal punto es que se espera que la urbanización sea un fenómeno creciente, por lo que las personas que vivan en ciudades pasen de 56% de la población, en 2021, a 68% en 2050. Eso implica enormes retos, especialmente porque esta expansión se dará principalmente en países de ingreso promedio bajo o medio, en donde las deficiencias de planeación son mayores. Se debe evitar la fragmentación en la toma de decisiones de política y privilegiar mecanismos metropolitanos. Se requiere avanzar en la autonomía financiera de las ciudades, con el fortalecimiento de la recaudación de los impuestos tradicionales, sobre la propiedad y la nómina, pero también otros contra emisiones, los de captura plusvalías y la emisión de bonos para desarrollar distritos que van a ser pagados con los incrementos futuros del predial.
Las ciudades tendrán que establecer medidas para incrementar la densidad, esto es, crecer internamente en los espacios disponibles, para evitar que la provisión de servicios se encarezca y que la mancha urbana se expanda a la tierra no urbana, justo la que ofrece los servicios ambientales. La idea es que el crecimiento no implique utilizar más espacio urbano. Tampoco incrementar la demanda de movilidad, por lo que se requiere promover el enfoque de “la ciudad de los 15 minutos” en el que existan una variedad de centralidades que permita a los ciudadanos desarrollar sus actividades en un espacio geográfico de micro-movilidad, en el que pueda caminar o utilizar la bicicleta y el transporte público.
Se debe adoptar un enfoque de economía circular, para alcanzar las metas de sustentabilidad, pero también para generar empleos e incrementar la productividad de la urbe, debido a la convergencia de las tecnologías inteligentes con las verdes. El reto es construir ciudades verdes, con patrones de consumo sustentables y resistentes a fenómenos adversos, como el cambio climático. Reducir los riesgos que enfrentan las mujeres en el espacio urbano tiene que ser prioritario, así como establecer el enfoque de género en todas las políticas urbanas. Las ciudades requieren de metas concretas para reducir el consumo de combustibles fósiles e incrementar los espacios. Se deben establecer metas para eventualmente tener zonas de cero emisiones e incorporar en la planeación soluciones ambientales, basadas en la naturaleza y de bajo costo, como la cosecha de lluvia, los huertos urbanos y el uso de la energía solar.
Las ciudades requieren construir nuevos pactos sociales basados en políticas de transferencias de ingreso a poblaciones vulnerables, cobertura universal de salud y soluciones efectivas para la vivienda. Se van a requerir de medias específicas para evitar la exclusión de la personas de bajos ingresos, de hecho la prioridad de la inversión en servicios debe de ser en esas zonas, para reducir la brechas de desigualdad en materia de acceso a la infraestructura. En este contexto, las ciudades no pueden desentenderse del sector informal, se requiere incorporarlo al desarrollo y garantizarle oportunidades y programas de ordenamiento que no los penalice, ni los persiga, sino que potencie su capacidad económica. Serán ciudades que también enfrentarán el desafío de ofrecer espacios y servicios a poblaciones de mayor edad, con una proporción menor de niñas y jóvenes, por lo que será necesario mayor inversión en aspectos como accesibilidad y cuidados. La integración al desarrollo de la ciudad requiere de programas de entrenamiento para ofrecer las habilidades y las herramientas que requieren los nuevos mercados laborales, especialmente las ligadas con la tecnología, lo que es indispensable para incrementar la competitividad económica de la urbe, y para acompañar los procesos de digitalización de los servicios públicos.
POR VIDAL LLERENAS
@VIDALLERENAS
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