COLUMNA INVITADA

La toma descompuesta

El régimen de Ortega arranca su quinto mandato en Nicaragua, tras un cuestionado triunfo

OPINIÓN

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Lila Abed / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

Daniel Ortega, uno de los dictadores más duraderos de América Latina, consolidó su estancia en el poder este lunes, convirtiéndose en el mandatario nicaragüense con más años en la silla presidencial, superando al dictador Anastasio Somoza, patriarca de la dictadura dinástica que el actual mandatario ayudó derrocar en 1979. Tras elecciones nacionales calificadas por gran parte de la comunidad internacional como fraudulentas e ilegítimas este pasado 7 de noviembre, el régimen de Ortega asumió su quinto mandato de cinco años, cuarto consecutivo y el segundo junto con su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta del país. El gobernante se encuentra aislado del escenario global, y enfrenta sanciones económicas por parte de países occidentales, particularmente de Estados Unidos.

En su investidura presidencial, el sandinista estuvo acompañado en la Plaza de la Revolución de un puño de naciones ideológicamente afines al régimen nicaragüense, representantes y líderes que apoyan el auge de las autocracias en el mundo y que se respaldan mutuamente en su intento de concentrar el poder en su figura. Delegaciones de China, Corea del Norte, Irán, Rusia, Siria, Belarús, Bolivia, Cuba, Turquía, Venezuela y Vietnam, casi todas gobernadas por mandatarios antidemocráticos, estuvieron presentes en el acto.

Tras los rumores de que el gobierno argentino enviaría una delegación a Nicaragua, se oficializó que no asistiría a la toma de protesta. Por su parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador indicó que sería una “imprudencia” que no se contara con alguna representación del Gobierno de México a la investidura, aún cuando la Cancillería había anunciado que ningún representante acudiría al evento. Argentina rectificó, México quedó en el lado equivocado de la historia.

No se puede defender lo indefendible. El régimen de Ortega-Murillo, quien cuenta con una mayoría oficialista en la nueva Asamblea Nacional, llega a este nuevo periodo luego de un cuestionado triunfo en noviembre, caracterizado por la represión, la persecución ciudadana, la falta de transparencia, la supresión de los medios de comunicación, y la anulación de la competencia política, con el encarcelamiento de 7 precandidatos presidenciales, sumados a los más de 40 dirigentes opositores, activistas, y profesionales detenidos entre mayo y diciembre de 2021. Organizaciones internacionales han condenando el deterioro democrático por el que atraviesa Nicaragua.

El mismo día de la toma de posesión, el Gobierno de Estados Unidos, por medio de la Oficina de control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro, sancionó a seis funcionarios de régimen nicaragüense y el principal diplomático del país, Antony Blinken, anunció que Washington tomará medidas para imponer restricciones de visado a 116 individuos por ser cómplices de socavar la democracia en el país centroamericano.

Como muchos países que se han ganado el rechazo de Estados Unidos, Ortega estratégicamente se acercó al rival más importante de la Casa Blanca, China, para obtener apoyo financiero ante las sanciones impuestas a su régimen. Recientemente, Nicaragua rompió relaciones con Taiwán, uno de sus principales donantes, para alinearse con el Partido Comunista de China.

Los que estuvieron presentes en la toma de posesión celebran la decadencia democrática y comparten un deseo de preservar y consolidar el poder. Intentan lograr un reconocimiento de sus regímenes entre sí mismos y establecer un contrapeso a las normas y principios que rigen al sistema internacional. Les extienden la mano a otros autócratas en ascenso, ofreciendo una alternativa a la democracia, una en donde las instituciones democráticas existen en forma, pero no en sustancia, una en la que se llevan a cabo elecciones, pero no son libres ni justas. Por eso, acudieron a este evento, porque necesitan mantenerse unos a otros en el poder y juntos construir un mundo que sea seguro para sus sistemas políticos, y, sobre todo, para sus intereses personales.

POR LILA ABED
POLITÓLOGA E INTERNACIONALISTA
@LILAABED

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