AIRE, PARA PENSAR Y DEJAR PENSAR

Como pez en un árbol

Aprendimos a ser como el mundo nos pidió que fuéramos, validando lo que hacía sentir bien a los demás; así aprendimos, tú, yo; todos

OPINIÓN

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Paola Albarrán / Aire para pensar y dejar pensar / Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

Vivimos inmersos en un mundo donde la recompensa es sabernos reconocidos. Vamos siendo condicionados en un sistema que nos dicta qué hacer para poder encajar. Vivimos en un sistema que nos quiere hacer como soldaditos de plástico, uno tras otro, y aunque seamos creados por la misma máquina, cada uno tiene sus propias rebabas y defectos; es lo que nos hace ser.

Somos las historias que nos contamos y que validamos como verdaderas. Creemos que somos lo que creemos que somos, olvidándonos de nuestra grandeza. 

Somos lo que se ve, pero también somos esos diálogos internos que no publicamos, esas conversaciones recurrentes en la cabeza que nos conducen en sentimientos cotidianos y en espiral. Somos  ese remolino que da vueltas en la cabeza y parece parar el tiempo que nos paraliza y nos marea, pues todo da vueltas sin sanar, sin cambiar, quitando claridad. 

Somos lo que nos enloquece y también lo que nos hace soñar. Somos nuestro consciente e inconsciente, lo que nos hace sentirnos orgullosos y colgamos en la pared, y también somos lo que ocultamos en una caja en la bodega, somos las historias que hacemos, somos el día a día, somos lo que nos hiere, lo que nos marcó, lo que nos duele y también somos quienes lastimamos, somos luz y sombra, héroes y villanos. 

Somos máscaras creadas para defender heridas profundas, vivimos en un eterno baile de máscaras en dónde todos portamos una, donde todos nos cansamos de intentar descubrir quien está detrás, pues se llevan siempre, en luminosidad y en profunda oscuridad; mientras más profunda es la herida más grande es el ego que se niega a sanar y  hace imposible dejar caer la máscara que asfixia y se niega dejar respirar.

Debemos vernos de frente y diferenciar lo real de lo que no lo es, cuestionarnos: ¿qué somos?, ¿qué disfraz nos dedicamos a alimentar? Pues mundanamente nos protege y nos da calor y sentimiento de pertenencia, pero al mismo tiempo, como cualquier disfraz; nos acalora, nos pica, nos estorba, acabamos de estar en él.

Es tan fácil acostumbramos a vivir paralizados, angustiados. Existen muchos gritos de despertar, y vienen disfrazados de crisis, señales, momentos de lucidez, instantes de silencios, siempre el alma está en constante búsqueda de despertar de una posible parálisis de evolución. 

Somos como un pez que vive en un árbol; agotado, con el cuerpo desgastado, estresado. Éste usa su energía para poder sobrevivir, por tener que soportar condiciones no naturales para él, disfraces pesados, ambientes donde es imposible fluir y usar toda la energía, de un viaje donde está claramente condenado a dejar de existir por cargar capas que asfixian y que interrumpen lo que venimos a hacer, que es vivir, no sobrevivir.

Vuelve a lo que te haga sentirte en armonía, a fluir en verdad, en donde tu luz si pueda brillar sin pedir permiso, tus sentimientos encuentren eco, tus palabras sean semillas que fructifiquen después, tus ideas encuentren cauce, vuelve a sentirte cómo cuando te daba miedo nada. Vuelve a ti, vuelve a tu ser. Vuelve a ser un pez en el agua.

POR PAOLA ALBARRÁN
PAOLAALBARRAN1@GMAIL.COM
PAOLAALBARRAN.COM.MX
@PAOLAALBARRAN

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