COLUMNA INVITADA

¿Por qué no baja AMLO su simpatía popular?

Los medios mexicanos gozan de una de las más bajas percepciones de confiabilidad popular que impide que lo que ahí sale, se reproduce o difunde carezca, en principio, de solvencia moral de la fuente de información, aunque lo que se informe tenga asideros en la realidad y sea, incluso, veraz

OPINIÓN

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Ernesto Villanueva / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En la polarización de posiciones en algunos sectores minoritarios de la sociedad que no aciertan a explicar (se)por qué el grueso del electorado sigue teniendo una buena percepción del presidente Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que hay elementos objetivables de que la 4T y su proceso de reforma tiene claros puntos débiles que no son racionalmente defendibles. Y esto se explica- no se justifica- entre otras por las hipótesis siguientes:

1.- Los medios mexicanos gozan de una de las más bajas percepciones de confiabilidad popular que impide que lo que ahí sale, se reproduce o difunde carezca, en principio, de solvencia moral de la fuente de información, aunque lo que se informe tenga asideros en la realidad y sea, incluso, veraz. (ver  http://tiny.cc/uokxtz).

2.- La realidad no incide en el clima de opinión ni tampoco en el sistema cognitivo central. Lo hace la realidad percibida que puede o no ser igual a la realidad objetiva. La realidad percibida es la que define el estado de ánimo de una persona. Al transformar la realidad percibida se modifica el comportamiento humano, haya o no cambio en la realidad objetiva. Y aquí se da un fenómeno muy interesante: la sociedad confía más en el presidente que en los medios de comunicación a la luz de los niveles de aceptación popular del presidente y de los contenidos de la inmensa mayoría de la prensa.

3.- El presidente ha inaugurado una nueva forma de comunicarse con la gente, ha reformado la retórica oficial del discurso político, ha dado vida a un lenguaje ciudadano no visto anteriormente y ha transformado sus diferendos con sus detractores (incluyendo medios y periodistas) por la vía del discurso dejando de lado la judicialización o el uso de los recursos del Estado que existían en el pasado inmediato en un ritual de simulación, reina madre de la política mexicana. 

4.- El presidente habla con la gente, le escucha en la medida que es posible y hay una reacción a ello, de suerte tal que la mayoría de la población se identifica con el mandatario a quien ve como uno de los suyos, a quien considera una víctima de los medios, a quien considera que es injustamente tratado por combatir la corrupción en los altos niveles donde la población siente una sensación de “venganza-retributiva”, aunque sea políticamente incorrecto decirlo así, y este fenómeno se convierte en algo más importante que su propio beneficio: en el gozo interno de saber que no serán – o por lo menos no sólo- los únicos que pagarán los yerros de gobierno por la adopción de políticas públicas erróneas. Esta es, acaso, la verdad verdadera, más allá de teorías sobre la democracia y el comportamiento del gobernante que son discursos huecos que no tienen sentido para la inmensa mayoría de los electores. Las reflexiones que apelan a los modelos democráticos, históricos y del buen hacer ético y diseños de nación son discursos circulares que buscan convencer a quienes ya están convencidos, pero no trascienden más allá de esos pequeños círculos con una capacidad de retórica discursiva inversamente proporcional a su capacidad de atención y convocatoria popular.

POR ERNESTO VILLANUEVA
COLABORADOR
@EVILLANUEVAMX

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