En la polarización de posiciones en algunos sectores minoritarios de la sociedad que no aciertan a explicar (se)por qué el grueso del electorado sigue teniendo una buena percepción del presidente Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que hay elementos objetivables de que la 4T y su proceso de reforma tiene claros puntos débiles que no son racionalmente defendibles. Y esto se explica- no se justifica- entre otras por las hipótesis siguientes:
1.- Los medios mexicanos gozan de una de las más bajas percepciones de confiabilidad popular que impide que lo que ahí sale, se reproduce o difunde carezca, en principio, de solvencia moral de la fuente de información, aunque lo que se informe tenga asideros en la realidad y sea, incluso, veraz. (ver http://tiny.cc/uokxtz).
2.- La realidad no incide en el clima de opinión ni tampoco en el sistema cognitivo central. Lo hace la realidad percibida que puede o no ser igual a la realidad objetiva. La realidad percibida es la que define el estado de ánimo de una persona. Al transformar la realidad percibida se modifica el comportamiento humano, haya o no cambio en la realidad objetiva. Y aquí se da un fenómeno muy interesante: la sociedad confía más en el presidente que en los medios de comunicación a la luz de los niveles de aceptación popular del presidente y de los contenidos de la inmensa mayoría de la prensa.
3.- El presidente ha inaugurado una nueva forma de comunicarse con la gente, ha reformado la retórica oficial del discurso político, ha dado vida a un lenguaje ciudadano no visto anteriormente y ha transformado sus diferendos con sus detractores (incluyendo medios y periodistas) por la vía del discurso dejando de lado la judicialización o el uso de los recursos del Estado que existían en el pasado inmediato en un ritual de simulación, reina madre de la política mexicana.
4.- El presidente habla con la gente, le escucha en la medida que es posible y hay una reacción a ello, de suerte tal que la mayoría de la población se identifica con el mandatario a quien ve como uno de los suyos, a quien considera una víctima de los medios, a quien considera que es injustamente tratado por combatir la corrupción en los altos niveles donde la población siente una sensación de “venganza-retributiva”, aunque sea políticamente incorrecto decirlo así, y este fenómeno se convierte en algo más importante que su propio beneficio: en el gozo interno de saber que no serán – o por lo menos no sólo- los únicos que pagarán los yerros de gobierno por la adopción de políticas públicas erróneas. Esta es, acaso, la verdad verdadera, más allá de teorías sobre la democracia y el comportamiento del gobernante que son discursos huecos que no tienen sentido para la inmensa mayoría de los electores. Las reflexiones que apelan a los modelos democráticos, históricos y del buen hacer ético y diseños de nación son discursos circulares que buscan convencer a quienes ya están convencidos, pero no trascienden más allá de esos pequeños círculos con una capacidad de retórica discursiva inversamente proporcional a su capacidad de atención y convocatoria popular.
POR ERNESTO VILLANUEVA
COLABORADOR
@EVILLANUEVAMX
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