COLUMNA INVITADA

Denuncia

En los pueblos del centro de México, donde viven las familias de los más infames tratantes de personas

OPINIÓN

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Rosi Orozco/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En los pueblos del centro de México, donde viven las familias de los más infames tratantes de personas, la gente suele decir que el mejor arma de un criminal es su “labia”. Los padrotes no necesitan una pistola para obligar a alguien a someterse a sus deseos: basta saber hablar bien para enamorar a una adolescente y luego explotarla.

Yo sostengo que es falso. La mejor arma con la que cuentan los padrotes es lo contrario a hablar: es el silencio. Su poder no reside en sus habilidades para decir algo, sino en la violencia que emplean para que sus víctimas se callen.

Una cadena de mudos y mudas los mantiene impunes: necesitan el acallamiento del cliente cuando ve el rostro de miedo de una víctima, el silencio de una mujer en un hotel de paso, la discreción del gerente del giro negro, el enmudecimiento del vecino del campo agrícola donde se trabaja como esclavo, la omisión de la policía, la boca tapada de un niño frente a un familiar abusador y los labios cosidos de quienes ven algo raro en la calle y no lo cuentan.

Estos criminales cuentan con una verdad dolorosamente incontrovertible: no es fácil denunciar, lo sé por experiencia. En muchas ocasiones, abrir la boca significa atragantarse con problemas. Lo saben bien las víctimas de abuso sexual, violación y trata de persona, quienes temen que antes de conseguir justicia sean revictimizadas una vez más.

A quienes no denuncian por temor a ser criminalizadas, o que intereses oscuros usen sus datos para dañarles, les pido que conquisten sus temores, que se acerquen a organizaciones civiles o que busquen autoridades sensibles. Que hagan lo sorprendente: que el miedo cambie de bando.

Porque cuando alguien habla, ese escudo que los padrotes presumen que es inquebrantable se deshace como arena en el mar. No hay criminal —por más poderoso que sea— que resista a un coro de aliados, activistas, organizaciones y autoridades que respaldan la voz de quienes han decidido romper el silencio.

En el 2013 fui testigo de que hasta los peores criminales se doblaban con la voz. Aquel año, Comisión Unidos Vs. Trata lanzó la Línea Nacional contra la Trata 800 55 33 00 00 para recopilar denuncias anónimas. La experiencia fue abrumadora: cuando se abrió un canal, el volumen de las voces se acrecentó para contar sus historias.

No es casualidad que cuando la línea nacional comenzó a conocerse más, las carpetas de investigación crecieron al mismo tiempo que las investigaciones en las fiscalías estatales. También crecieron detenciones de padrotes, el rescate de cientos de víctimas y las sentencias para poner a las criminales en prisión. Esa línea hoy la atiende el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX.

Cualquier denuncia tiene el poder de cambiarlo todo: la que es valiente anónima y la osada con nombre y apellido; la que se hace con miedo y la que se hace con rabia o amor; la que está llena de sospechas y la que tiene todas las pruebas de un delito.

Cada denuncia recupera una voz silenciada. Y si todos lo hacemos, el estruendo de miles será la condena de los victimarios. quienes nunca más volverán a gozar de nuestro silencio.

POR ROSI OROZCO 
PRESIDENTA DE LA COMISIÓN UNIDOS CONTRA LA TRATA, A.C.
@ROSIOROZCO

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