MOLLY MOLLOY

De violencia y otros sinsabores

En el México de la violencia securitista hay que repensarnos para poder realmente entender lo que nos ocurre y al menos intentar ciertas formas de resistencia activa

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Hace unos años, apareció en Estados Unidos una “autobiografía de un asesino mexicano”, como rezaba su subtítulo. El libro en cuestión, anónimo por lo que se verá después, se llamó El Sicario. Aparecía como editado por Molly Molloy y Charles Bowden. Este último tiene una impresionante bibliografía sobre el tema de la droga en México y su ciudad violentamente conspicua, Ciudad Juárez. La fascinación gringa con la violencia en México nace de su propia culpa en el proceso. El consumo y suministro, la liberación misma necesitan de producción y eso ocurre en nuestro país. La reciente posible legalización recreacional de la mariguana en México es un paso gigante hacia la normalización de esta injusta relación bilateral. En casi todos los estados norteamericanos la mariguana ya es legal.

El sociólogo Víctor Manuel Durand Ponte afirma que la ciudadanía precaria, tanto en su eficiencia ciudadana frente al Estado como en el goce de sus derechos e incluso en el cumplimiento de sus obligaciones, tiene como principal fuente al Estado de excepción permanente, que se materializa tanto en la carencia de un sistema de justicia que proteja a los ciudadanos como en gobiernos que aprovechan la polarización social, la carencia de un amplio sector de la población para clientelizar las relaciones con la ciudadanía y para privatizar o permitir la privatización de los espacios públicos. Morena se benefició de esto inicialmente y ahora con el triste caso de la candidatura de Félix Salgado a la gubernatura de Guerrero quedó claro que el partido no sabe leer los signos de los tiempos. Un capricho que un presunto violador sea sancionado por una fuerza política que se dice de izquierda. Un partido que achaca todos los males al neoliberalismo, pero que ya en el poder no se responsabiliza de sus acciones construyendo una retórica de campaña: la mafia del poder ahora son los conservadores.

¿De qué hablamos cuando hablamos de neoliberalismo?, podríamos preguntarnos parafraseando a Raymond Carver. De los procesos para construir una nueva “eficiencia ciudadana” sustentada en una relación simbólica y material de poder que ya no se basaba en la interpelación subjetiva y la ficción de soberanía, sino en la instrumentalización de relaciones de cuerpos con estrategias puras de extracción del plusvalor.

En el México de las fosas y de los desaparecidos, en el México de la violencia securitista hay que repensarnos para poder realmente entender lo que nos ocurre y al menos intentar ciertas formas de resistencia activa. Una de esas formas es la contravictimización de la que habla Estelle Tarica que permite: “ocupar la categoría moral y legal de la víctima sin una mayor pérdida de dignidad”.  Por eso es que la principal oposición a AMLO viene del movimiento feminista; el único que ha logrado en su desacuerdo ideológico producir un discurso de contravictimización potente y activo. El grito colectivo al presidente pidiéndole “rompe el pacto” no tuvo hasta ahora consecuencia, pero las urnas en Guerrero son la mejor medida de la fuerza social de las mujeres.

Es preciso resistir también la narrativa que ese estado securitista produce, como ha intentado ya en varios de sus trabajos sobre el narco el estudioso mexicano Oswaldo Zavala. Para él es claro que el concepto contemporáneo de narco es un objeto construido por el discurso de seguridad nacional adoptado por el Estado mexicano desde mediados de los noventa. Concepto que hay que separar de la inobjetable materialidad del tráfico de drogas que, en sus palabras: “históricamente ha sido el resultado de una compleja estrategia biopolítica a nivel estatal y federal. Esa estrategia y nos los cárteles oficialmente imaginados, es la condición de posibilidad de la violencia”. El estado, sin embargo, no tiene un centro o una esencia, sino que es el efecto de múltiples gubermentalidades (Foucaul). Por eso para Zavala hay que entender históricamente al crimen organizado y su estrecha relación con esa multiplicidad sin centro que es el estado.  Y aún más, Zavala piensa que : “El estado de excepción mexicano, aunque discontinuo y fragmentado en distintas zonas de poder continúa siendo la condición de posibilidad del crimen organizado (…) Más que una narcomáquina metafórica, la doble máquina jurídico-política es lo que aparece cuando dispersamos la niebla de esa ficción”.

¿Podremos resistir y vencer esa narcomáquina?

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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