COLUMNA INVITADA

En esa casa no se barre

Estas dos últimas semanas han servido para dejar en absoluta claridad el nivel de simulación del obradorismo

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Editorial / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Si hay una bandera que le ha redituado políticamente a López Obrador es la de la lucha contra la corrupción. Sobre ella construyó en gran medida la narrativa de la campaña electoral que lo llevó a la presidencia en el 2018. Ha sido también el tema principal de sus conferencias matutinas, el pretexto que ha usado para desmantelar un sin numero de políticas públicas y la herramienta para destruir o cooptar a sus adversarios.

Bajo ese pretexto, canceló obras de infraestructura como el Nuevo Aeropuerto en Texcoco o programas transexenales como el de las Estancias Infantiles, el Fondo de Desastres Naturales o el Seguro Popular. Lo ha usado también para justificar la contrarreforma eléctrica. De igual modo, acusando desde el púlpito y utilizando herramientas de Estado como la Unidad de Inteligencia Financiera, ha hecho de la corrupción su principal arma para desprestigiar a todo aquel que se le opone o le critica.

Lo cierto es que las acusaciones se quedan en eso, en señalamientos sin consecuencias judiciales. Tampoco se trasladan en políticas para acabar de raíz con los problemas que generan la corrupción. Se trata de una bandera útil para los fines políticos del presidente, pero en los hechos, no es más que un discurso sin fondo. A tres años de gobierno, es incuestionable que el presidente no está dispuesto a acabar con la corrupción estructural y mucho menos a castigar los actos en los que incurren sus allegados.

Estas últimas dos semanas han servido para dejar en absoluta claridad el nivel de simulación que ejerce el obradorismo. Los casos de miembros corruptos entre las filas de la 4T se acumulan, muchos de ellos sustentados en evidencias contundentes o indicios serios. Sin embargo, una y otra vez, el presidente responde con la risa burlona de la indiferencia y la complicidad.

Tan solo en unos días, conocimos que en el aeropuerto de Santa Lucía se han entregado un sinnúmero de contratos millonarios a empresas fantasmas. Luego se exhibió que los hijos del presidente se han beneficiado del Programa Sembrando Vida para obtener subsidios e instalar su fábrica de chocolates. Se hicieron públicos los videos que muestran al secretario particular y oficial mayor de la presidencia, participando en la triangulación de depósitos con los que supuestamente se apoyaría a damnificados del sismo del 2017. Y para cerrar con broche de oro, esta semana el fiscal General de la República y el extitular de la Unidad de Inteligencia Financiera intercambiaron filtraciones y acusaciones por enriquecimiento ilícito.

Nada de esto ha merecido —reitero— la más mínima señal de que el “presidente más honesto de la historia” y su gobierno estén interesados en realizar una investigación o analizar los casos con mayor profundidad. Todo lo contrario, las organizaciones, medios y periodistas que han hecho públicos estos casos, han sido objeto de nuevas descalificaciones desde Palacio Nacional.

A estas alturas, ya nadie le debería de dar el beneficio de la duda a este gobierno. Al presidente no le interesa acabar con la corrupción, le interesa acabar con sus adversarios. Y es que el verdadero talante de un incorruptible se pone a prueba cuando debe combatir la corrupción de casa, la de sus aliados, no sólo la de sus enemigos.

Decía AMLO al inicio de su gobierno que “las escaleras se barren de abajo para arriba”. Hoy sabemos que, en esa casa, no se barre.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE
COLABORADOR
@GUILLERMOLERDO

MAAZ

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