COLUMNA INVITADA

El debate del que no participaré

En los libros de coyuntura se privilegia el escándalo sobre la veracidad. En las series de criminales se antepone la apología a la objetividad

OPINIÓN

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Manelich Castilla / Colaborador / Opinión El Heraldo de México

Un grupo de alumnos me convocó a debatir sobre una serie de Netflix que aborda la historia del narcotráfico en México, intitulada precisamente Narcos México.

La coordinadora —joven agente del Ministerio Público del fuero federal— me pedía emitir una opinión en 30 minutos sobre “aspectos valiosos de la serie”.

Mi respuesta la desconcertó: No había visto episodio alguno de sus temporadas.

Siendo honesto, difícilmente logro conectarme con cualquier cosa que implique más de tres horas frente al televisor, a excepción de un buen partido de football.

A esa deficiencia de atención se suma una convicción: considero que dichas series, igual que muchos best sellers, están compuestos 90 por ciento de ficción pero 100 por ciento de apología.

En los libros de coyuntura se privilegia el escándalo sobre la veracidad.

En las series de criminales se antepone la apología a la objetividad.

Ambas fórmulas me alejan de la pantalla y los textos referentes al fenómeno, cuando es una obviedad que buscan las enormes ganancias económicas que genera el morbo de millones.

En la literatura de coyuntura criminal, basta un nombre llamativo y capacidad para llenar cuartillas con pasajes de ficción.

Si, además, la autora o autor posicionan su propio mito por la cercanía con el bajo mundo, el éxito está garantizado.

Más aún si se estigmatizan como perseguidos o perseguidas por “incomodar” con sus letras. Fórmula vieja pero eficaz.

Excepciones a lo anterior son pocas. Acaso una que vale por muchas: la trilogía de El Padrino, auténtica joya cinematográfica inspirada en la novela de Mario Puzo.

Sin embargo, no hay que confundir la obra de arte que es la película con que sus personajes sean modelos a seguir.

Nunca un guión sobre la vida del crimen organizado logró proyectar de manera tan pura los valores tergiversados propios de la Cosa Nostra italiana, que hace parecer honorable el más ruin comportamiento criminal.

Difícilmente habrá otro Francis Ford Coppola dirigiendo un perfil tan bien logrado como el de Michael Corleone.

Por su parte, Mario Puzo nunca logró igualar el éxito de El Padrino en sus decenas de trabajos posteriores.

Con la idea de no dejar mal a quienes me invitaron al debate, hice un intento por ver la serie.

No estaba errado: capos carismáticos, atractivos, salvo excepciones, y poseedores de una inteligencia superior con la que logran vencer la adversidad propia del entorno en que nacieron, para convertirse en hombres exitosos, temidos (que no es lo mismo que respetados) y muy ricos a partir del negocio de envenenar y matar.

Un factor adicional que me aleja de estas obras: el enorme descrédito a miles de policías, hombres y mujeres, que en la vida real combaten con profunda convicción a la delincuencia organizada y que en estas series estigmatizan con una ligereza asombrosa.

Por ese solo hecho, me vuelvo a excusar, pero no participaré del debate sobre Narcos México.

MANELICH CASTILLA
COLABORADOR
@MANELICHCC

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