COMANDO Y CONTROL

Fuerzas Armadas y politiquería: entre teoría y práctica

Debe de haber una separación clara entre el discurso político de la administración en turno y la visión y misión de las Fuerzas Armadas

OPINIÓN

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Íñigo Guevara Moyano / Comando y Control / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Las Fuerzas Armadas son el brazo duro del Estado. Existen para garantizar la soberanía y en algunos casos la existencia de un pueblo, por lo que deben de contar con las herramientas necesarias para protegerlo de enemigos externos, así como, en situaciones extremas que lo ameriten, de amenazas internas. Este último punto sólo cuando las capacidades –poder de fuego, comunicaciones y movilidad– de las amenazas internas sean considerables o bien superiores, a las de las fuerzas civiles de seguridad.

Es sólo ahí cuando se involucra a las Fuerzas Armadas de manera interna y esto debe de ser por un límite de tiempo definido. Si el tiempo se expande o no es determinado, el efecto –que debería de ser contundente– de hacer intervenir a las fuerzas militares, desvanece.

Ahora en una democracia, las Fuerzas Armadas deben de ser en la medida posible apolíticas, es decir, políticamente neutral. Eso significa que debe de haber una separación clara entre el discurso político de la administración en turno, y la visión y misión de las Fuerzas Armadas.

Es por ello importante que las fuerzas en activo se abstengan de comentar o respaldar en público y de manera oficial, programas políticos.

También en una democracia, como regla general, las Fuerzas Armadas no deben de administrar u operar entidades que generen utilidades.

Es decir, no deben de estar encargadas de activos que producen riqueza, no deben de cobrar multas o permisos y mucho menos, deben de administrar entidades o empresas paraestatales –incluyendo aeropuertos, aduanas, ferrocarriles, plantas eléctricas o refinerías–.

No es su función y en la medida que se les ordene hacerlo se les está poniendo en riesgo, pues se les está tentando. Hay múltiples casos en la historia en que algún aparato productivo se ha puesto bajo la tutela de las Fuerzas Armadas, y en la gran mayoría de los casos, este plan falla. Los resultados van desde corrupción y nepotismo, hasta fraude.

Ahora bien, hay que ser también realistas, pues en estos temas, la diferencia entre la teoría y la práctica puede ser muy grande. Es muy fácil escribir sobre lo que "debe de ser" que implementar y ejecutar día a día. Las presiones sobre el alto mando para alinearse con la dirección política sexenal son reales y no son exclusivas de la presente administración.

Por ello voy a ser muy claro: el involucrar a las Fuerzas Armadas en la construcción de obra pública es algo riesgoso, podría ordenarse a ciertas unidades participar realizando algunas actividades de ingeniería, logística, transporte, pero el hacerlos administradores de programas y presupuestos de obra pública, o aún más alarmante, de empresas paraestatales a largo plazo, es irresponsable.

Más aún cuando se les condiciona a que los frutos de esta administración servirán para financiar el sistema de seguridad social que cubre a sus familias y las pensiones y retiros de sus miembros. Las Fuerzas Armadas deben de ser financiadas íntegramente por los recursos aportados por el Estado.

Es una trampa de doble filo, una telaraña. Así como al intervenir en asuntos de seguridad interior, las Fuerzas Armadas deben de tener un plan de salida de ella.

POR ÍÑIGO GUEVARA MOYANO
DIRECTOR DE LA COMPAÑÍA DE INTELIGENCIA JANES

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