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Vacunas menguantes y desinformación

El mundo ha sumado una cadena de errores que nos tiene en una pandemia que parece interminable

Vacunas menguantes y desinformación
Alejandra Martínez / Rompeolas / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El fin de la pandemia por COVID-19 es lejano. La Organización Mundial de la Salud informó que las inmunizaciones tienen una vigencia de seis meses, tras la aplicación de la segunda dosis, o de la inyección única, en el caso del preparado de Johnson & Johnson.

La noticia cae como balde de agua fría, ante el tortuguismo en la aplicación de las inmunizaciones, incluyendo la reticencia de países como México a inyectar a los niños mayores de 5 años.

Pfizer también informó que dos dosis de su vacuna no son suficientes para evitar un contagio por la variante Ómicron, considerada más contagiosa, aunque menos grave que Delta.

La aparición de Ómicron fue el resultado del acaparamiento de las inyecciones antiCOVID, y no se aprendió de ello, los países ricos las siguen acumulando para refuerzos, mientras las naciones pobres siguen a la espera; sólo 6.6 por ciento de su población ha recibido al menos una inyección.

¿Qué hemos hecho mal para que hayan pasado dos años y la pandemia siga con fuerza?

El mayor enemigo es la desinformación, hay una terrible campaña de noticias falsas en redes sociales que desdeñan la utilidad de las inmunizaciones, incluso la existencia del propio coronavirus.

Lo peor es que los gobiernos no han sido capaces de contrarrestar las fakenews con campañas informativas sobre los diferentes tipos de vacunas y los avances científicos logrados —como el ARN mensajero— que permitieron desarrollar las dosis en tiempo récord.

Al ser liberadas las primeras protecciones antiCOVID el mundo exhaló de alivio ante la esperanza de un pronto final para la crisis sanitaria mundial. Pero la esperanza fue efímera.

De nada sirvió a las potencias apartar las inyecciones, 30 por ciento de la población europea se niega a recibir la inoculación, lo que ha llevado a cuartas y quintas olas del COVID-19 que tienen saturadas las unidades de cuidados intensivos en los hospitales.

En Estados Unidos, donde miles de mexicanos han viajado para inmunizar a sus hijos, la demanda de dosis para los pequeños es escasa, de los 28 millones que pueden beneficiarse de las inyecciones sólo 5 millones ha recibido un pinchazo; los papás aún tienen dudas.

Peor aún, los líderes mundiales no han abonado en tranquilizar a la población; el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, declaró que las dosis causaban sida en quienes se las aplicaban, una afirmación tan grave que ya causó una investigación en su contra.
Otro error fue hacer del uso de la mascarilla un asunto político, al inicio de la pandemia el estadounidense y aún presidente Donald Trump evitó a toda costa que lo vieran con cubrebocas –no quería darle el gusto a la prensa— enviando un mensaje de que este artículo de protección no era importante.

En ese sentido, el mandatario mexicano siguió el ejemplo, y el zar antiCOVID-19 Hugo López-Gatell envió constantes mensajes contradictorios a la población sobre la utilidad de la mascarilla. A ello se suma su más recurrido mantra de “no hay evidencia científica disponible”, cuando sí la hay.

Por último, la población ha cometido el error de creer que las inmunizaciones son una varita mágica; recibir la inyección reduce la posibilidad de enfermar gravemente y ser hospitalizado, pero no evita por completo el contagio.

El planeta no saldrá de esta pandemia si los gobiernos no cambian su postura de “sálvese quién pueda”.

POR ALEJANDRA MARTÍNEZ
ALEJANDRA.MARTINEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM
@ALEJANDRAMTZ_87

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