Estados Unidos parece estar involucrado en tantas crisis internacionales que a veces se olvida que hoy por hoy, su principal problema es doméstico.
Hace algunos años, el personaje central de una popular tira cómica (Pogo) afirmaba que "hemos visto al enemigo y él es nosotros". Pocas cosas más ciertas en el panorama actual de EEUU, donde la polarización política impide literalmente el debate y la mayoría de las posibilidades de negociación.
El punto más normal es que el sistema político estadounidense está roto y probablemente sea cierto. Estados Unidos es un país ingobernable ya hace años, en opinión del politólogo Bill Schneider y para el analista geopolítico Ian Bremmer, está tribalizado gracias, en alguna medida, a la creación de audiencias enfocadas, de personas con un mismo criterio, y una cobertura hiperpartisana especialmente por medios informativos "en línea".
"La creciente desigualdad económica alimenta el fuego al separar blancos y no-blancos, urbano y rural, y a los más educados de los menos educados", precisó Bremmer.
No son las únicas divisiones. Podrían enlistarse las diferencias entre religiosos practicantes y no creyentes.
Y ahora, por supuesto, entre los seguidores y adversarios del expresidente Donald Tump, que durante los cuatro años de su gobierno entre 2017 y 2021, profundizó la división, por cuestiones político-ideológicas.
Hoy los estadounidenses deben lidiar con un ambiente en el que se dan lo mismo acusaciones sobre la posible, y plausible, interferencia rusa en las elecciones de 2016, que las denuncias infundadas de Trump sobre el número de votos (tres millones) emitidos ilegalmente en las elecciones de ese año y la acusación, igualmente falsa, de que un fraude electoral lo privó de la victoria en 2020.
Esas consideraciones son más importantes porque alimentaron el fuego que llevó al motín del 6 de enero de 2021, en el marco de la violencia política contra funcionarios electorales, trabajadores de la salud y empleados de juntas escolares; y un esfuerzo sistemático de los republicanos en varios estados para restringir los derechos de voto.
El escritor Jonathan Rauch advertía hace algunos años que Estados Unidos enfrentaba lo que definió como "demosclerosis", o sea la progresiva incapacidad del gobierno para adaptarse a nuevas circunstancias, en parte debido a la creciente maraña de los intereses a los que debía satisfacer.
La situación estadounidense no es fácil, y menos dado que su estructura política favorece la división y hasta la creación de enclaves.
Algunos ven una fractura en el futuro de EEUU. Otros ven la posibilidad de un descenso en administraciones autoritarias y no son pocos los que advierten de la capacidad estadounidense para hacerse daño.
Y el primer paso es la creciente desconfianza pública en el gobierno para tomar decisiones a favor del bien común. Como en el caso de mascarillas y vacunas contra el COVID-19.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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