SIN BEMOLES

Boulez, presente tras su partida

Homenajeamos a Pierre Boulez, una de las figuras más influyentes de la escena de nuestro tiempo, a través de la mirada personal de un director mexicano

OPINIÓN

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Miguel Salmon Del Real / Sin Bemoles / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Este mes de enero se cumplen cinco años de la partida del gran Pierre Boulez (Francia, 1925 – 2016), ese multifacético gigante que tomó uno de los principales lugares en la historia de la música de concierto de nuestros tiempos. 

Compositor, director de orquesta e incansable divulgador cultural. Toda su vida se había rehusado a dar clases y desdeñaba tajantemente el sistema escolarizado tradicional. No en vano había sido expulsado del histórico Conservatorio de París, tras objetar a un maestro en la clase de Fuga. 

Él afirmaba que el encuentro entre maestro y alumno debía ser breve e intensivo, si acaso de algunos días. 

En contraste y hacia el final de su vida, se hizo cargo en 2004 de la Academia del Festival de Lucerna, uno de los mayores festivales musicales del mundo. 

En ese entonces, yo estudiaba composición y dirección de orquesta en los Países Bajos y apliqué para la edición 2005 del curso. De entre un centenar de concursantes de todo el mundo, fuimos elegidos cuatro jóvenes: dos alemanes, un norteamericano y yo. Fue entonces que quise revisar todas las bases de la música. Eché mano entonces de la mejor asesoría en la que podía pensar, consultando a tres enormes especialistas de la música nueva: Lucas Vis, Ed Spanjaard, y Peter Eötvös.

Ya en Lucerna, durante la clase maestra, llegó mi turno de pasar al podio. Comenzamos con la Suite Lírica de Alban Berg. Boulez me permitió en cada ocasión interpretar largos pasajes sin detener la orquesta. Al final de una sección grande, suspendió el sonido, se puso de pie y dirigió el mismo fragmento. 

Era evidente que quería mostrarme algo que no podía ser verbalizado: algo metafísico. «Interpretó» en todo el sentido de la palabra. Tras dirigir algunas páginas, cosechó el clímax que gradualmente había edificado, como si la partitura hubiese clamado por salir del papel. Con ambas manos, había moldeado una masa sonora que podía palparse, ¡eso debía ser dirigir! Al terminar volteó hacia mí, y me preguntó: “¿Viste cómo lo hice?”  Me tomó algunos segundos volver del trance: había sucedido «el momento pedagógico». 

De entre los siete años que pasé en el viejo continente para formarme como director y compositor, la sencillez de Boulez, y su profunda identidad artística, constituyeron una de las mayores lecciones de vida. Él, esa leyenda viva, tomaba el autobús rumbo a la sala de conciertos, hacía fila en la cafetería del teatro, y disfrutaba comentar su más reciente logro profesional como un joven que comienza su carrera. 

Una frase que pronunció  en esos días y que nunca olvidé: “Busquen la excelencia y la gente hablará de ustedes, bien y mal, es inevitable".

POR MIGUEL SALMON DEL REAL
DIRECTOR DE LA ORQUESTA SINFÓNICA SINALOA DE LAS ARTES
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