En los libros de historia universal se recordará el año 2020 como aquel del COVID-19, de la recesión económica global y de la proliferación de todo tipo de modalidades de pensamiento mágico, esotérico, para-religioso y conspirativo de corte postmoderno. En una palabra, la pseudo-ciencia ha conquistado espacios inéditos, ha desorientado a importantes tomadores de decisiones, y ha impactado aún en las nuevas culturas juveniles.
En efecto, la pseudo-ciencia se ha expandido como no sucedía desde hace mucho tiempo. Entendemos por pseudo-ciencia un cierto tipo de saber superficial que renuncia a las explicaciones causales estrictas y prefiere llenar los huecos explicativos con prejuicios, falsas asociaciones y con el recurso constante a la imaginación desgobernada.
En los siglos XIX y XX, el pensamiento racionalista alcanzó excesos cientificistas de tan alto grado que en cierto modo explican el nacimiento de una reacción como en espejo, que tiende al re-encantamiento del mundo a través de dosis concentradas de irracionalidad, de fake-news y similares. Las redes sociales han quedado inundadas de desinformación que se confunde con la verdadera ciencia, al grado que, para una parte importante de la población, resultan indistinguibles.
El impacto de la pseudo-ciencia se puede verificar en diversos terrenos: Donald Trump, Jair Bolsonaro y una parte de la denominada “nueva derecha” católica y no-católica han construido su patológica visión del mundo gracias a la influencia de personajes como Steve Bannon y Olavo de Carvalho que se reconocen discípulos del esoterismo neopagano de Julius Evola y de René Guénon.
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En el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no faltarán los funcionarios que creen que para defenderse del COVID-19 bastan las “nanomoléculas de cítricos”, que hacen rituales para pedirle a los “Aluxes” cuiden del presidente, o que simpatizan con el “ufólogo” Jaime Maussan.
En las redes sociales se volverá indiscernible la diferencia entre un argumento estrictamente racional, publicado en una revista académica, y una descalificación soez, una “contra-argumentación” basada en prejuicios o alguna teoría de la conspiración.
Los ejemplos de pseudo-ciencia postmoderna podrían multiplicarse aún más: avistamientos de ovnis, complots secretos en torno a las vacunas para combatir el COVID-19, charlatanes en el terreno de la ciencia política, de la medicina o de la teología, y un largo etcétera.
Todo esto podría llegar a resultar meramente curioso si no tuviera consecuencias importantes para la vida social en su conjunto.
Es necesaria una nueva alianza con la razón para salvar a los medios de comunicación, a la verdadera educación, a la política y aún a la religión.
Una nueva alianza con la razón exige una nueva sensibilidad hacia la objetividad del mundo y de las personas. Sin renovada pasión por la verdad todo se vuelve voluntad de poder y autoritarismo sin fin.
En otras palabras, una alianza con la razón es urgente, sobre todo, para proponer a los jóvenes algo de verdad en momentos en que la mentira y la falta de autocrítica tienden a ser herramientas con las que lucran quienes buscan manipular y controlar verticalmente la sociedad. El futuro esperanzado pasa justamente por esta necesaria alianza.
POR RODRIGO GUERRA
PROFESOR E INVESTIGADOR DEL CISAV
RODRIGO.GUERRA@CISAV.ORG