Columna invitada

La Búsqueda de la Felicidad y las Virtudes en los Padres Fundadores

Para los Padres Fundadores, especialmente para figuras como Benjamin Franklin, John Adams y Alexander Hamilton, la felicidad estaba intrínsecamente vinculada

La Búsqueda de la Felicidad y las Virtudes en los Padres Fundadores
Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Heraldo de México

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos consagra la "búsqueda de la felicidad" como un derecho inalienable, junto con la vida y la libertad. Esta expresión, que ha sido objeto de interpretaciones diversas, no era en absoluto una invitación al hedonismo ni una simple promesa de bienestar material.

Para los Padres Fundadores, especialmente para figuras como Benjamin Franklin, John Adams y Alexander Hamilton, la felicidad estaba intrínsecamente vinculada al desarrollo de las virtudes cívicas y personales. Lejos de una concepción moderna basada en el placer inmediato, la búsqueda de la felicidad implicaba la autodisciplina, la excelencia moral y el compromiso con el bien común.

Benjamin Franklin, en su Autobiografía, expone con claridad su convicción de que la felicidad se alcanzaba a través de la cultivación de trece virtudes, entre ellas la templanza, ser industriosos y la humildad. Para Franklin, el individuo que se esfuerza en la mejora de su carácter no solo alcanza la plenitud personal, sino que también contribuye al bienestar de la sociedad. Este principio de autogobierno moral era esencial para la república naciente: solo ciudadanos virtuosos podrían sostener un gobierno libre y justo.

John Adams compartía esta visión y la expandió en el ámbito político. En sus escritos, Adams insistía en que la república estadounidense solo podría sobrevivir si sus ciudadanos y gobernantes cultivaban la virtud. En una famosa carta a su esposa Abigail, Adams expresó su preocupación por el futuro de la nación, advirtiendo que la corrupción y la falta de principios podrían socavar la libertad recién conquistada. Para Adams, la felicidad no era simplemente un derecho a disfrutar, sino una responsabilidad que exigía sacrificio y rectitud.

Alexander Hamilton, por su parte, abordó la cuestión de la felicidad desde una perspectiva institucional en Los Papeles Federalistas. Junto con James Madison y John Jay, Hamilton argumentó que una estructura de gobierno bien diseñada fomentaría la virtud pública y, por ende, el florecimiento de la nación. La búsqueda de la felicidad, según su visión, no podía desvincularse del orden político y económico. Un gobierno fuerte y estable proporcionaría el marco necesario para que los ciudadanos desarrollaran sus talentos y contribuyeran al progreso común.

Frederick Douglas, aunque posterior a los Padres Fundadores, también abordó el concepto de felicidad en la tradición republicana. En sus discursos y escritos, Douglas denunció la hipocresía de una nación que proclamaba la libertad y la búsqueda de la felicidad mientras mantenía la esclavitud. Para él, la verdadera felicidad sólo podía lograrse cuando todos los ciudadanos, sin distinción de raza, tuvieran acceso a los mismos derechos y oportunidades. Su pensamiento demuestra que la búsqueda de la felicidad, entendida como la realización de la virtud y la justicia, debía extenderse a todos los miembros de la sociedad.

La idea de felicidad defendida por los Padres Fundadores estaba, por tanto, lejos de ser un concepto individualista o superficial. La república americana se fundó sobre la convicción de que la virtud era el pilar de la libertad y que, sin ella, la nación estaría condenada al caos o la tiranía. En un tiempo en que el debate sobre la felicidad suele reducirse a cuestiones de satisfacción personal o éxito económico, conviene recordar la enseñanza de los Padres Fundadores: la felicidad auténtica se encuentra en el desarrollo del carácter, el servicio a la comunidad y la búsqueda incesante de la justicia.

Solo repasar las virtudes en las que Benjamín Franklin ponía tanto empeño nos hace pensar qué lejos estamos de ese anhelo de felicidad que en realidad implicaba la virtud de los demócratas de Pericles.  Franklin elaboró un sistema de trece virtudes, que incluían la templanza, el orden, la resolución y la justicia, entre otras, como una guía para mejorar su vida y contribuir al bienestar de la sociedad. Para él, la felicidad no era una simple cuestión de placer o comodidad material, sino el resultado de un esfuerzo constante por alcanzar la excelencia moral.

Franklin aplicó rigurosamente su propio sistema, llevando un diario donde registraba sus avances y fallos en la práctica de cada virtud. Su énfasis en la educación, el trabajo duro y la frugalidad demostraba que la verdadera felicidad se hallaba en el equilibrio entre la virtud personal y el compromiso con el bien común. Franklin ejemplificó la idea de que la prosperidad de una nación dependía de la integridad y la virtud de sus ciudadanos. ¿Y ahora? El caos, la inmoralidad, la falta de columna vertebral de los republicanos, la respuesta timorata de los demócratas, ¿el camino a un nuevo tercer Reich?

POR PEDRO ÁNGEL PALOU

COLABORADOR

@PEDROPALOU

MAAZ

 

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