COLUMNA INVITADA

El académico en la vida pública

Con el pretexto de prologar el libro de José Ortega y Gasset, bajo el título: “Mirabeau o el político” (en 1984) el maestro mexicano hace análisis formidable de la necesidad del pensamiento sólido para actuar en la política

OPINIÓN

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Enrique Quiroz Acosta/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Durante parte importante de la segunda mitad del siglo XX, un distinguido mexicano figuró con singularidad en la vida pública en el derecho, la economía, la historia y la política. Sí, Jesús Reyes Heroles. Con él se conceptualizó el denominado “liberalismo mexicano”.

¿Teoría y práctica? Con nuestro personaje queda clara la necesidad de que haya en el Estado grandes pensadores con capacidad en esto último y, por otra parte, que la ética y la política no se confunden, aunque no pueden ni deben “divorciarse”, so pena de un deterioro incalculable para la acción política.

Con el pretexto de prologar el libro de José Ortega y Gasset, bajo el título: “Mirabeau o el político” (en 1984) el maestro mexicano hace análisis formidable de la necesidad del pensamiento sólido para actuar en la política.

En efecto, Ortega parece justificar la falta de ética y de profundidad teórica e intelectual de Mirabeau, y así, que sea juzgado como un gran político, a pesar de sus atrocidades y debilidades morales. Invita el autor español a que a éste se le exente de la moral que nos es aplicable a los comunes, gracias a sus cualidades para subyugar y dominar en la vida pública. Pareciera, se nos sugiere en la crítica, que José Ortega se justifica porque siendo un notable intelectual no tuvo participación y aportación sobresaliente en la política para su nación. La época y circunstancias (falleció en 1955, a la edad de 72 años) no favorecerían, desde luego, para que actuara activamente en política el gran español liberal de alta talla literaria.

Por su parte, Jesús Reyes Heroles, severo en “su juicio”, pone de manifiesto al auténtico político de “gran calado” con amalgama intelectual, cultural y ética, que es indispensable para no caer en la inconsistencia, pragmatismo, contradicción, ineficacia y deterioro del Estado y la vida pública. Nos enseña que la moral en esto último es parte de su solidez y no sólo teórica, sino de su eficacia.

Don Jesús repasa conceptos como: prestigio, discreción, eficacia y consistencia. Muy en el fondo nos permite penetrar en la “legitimidad necesaria” en el Estado moderno. Repasa a Burke, padre del conservadurismo, y ubica inconsistencias de su aplicación si se pretendiera esa doctrina en un Estado liberal fruto de la revolución. Abrevamos del notable veracruzano que el político es humano y tiene apetitos, pero debe someterlos a los principios de la nación y sus objetivos. No hay absolutos en la política, pero la teoría, la práctica, la moral y conciencia deben, sin confundirse, convivir. Sí, sana política.

Hoy nos permitimos afirmar que nunca debe haber pretextos para excluir de la política ni a los grandes pensadores, que en su actuación logran transformar y aplican partiendo de grandes ideas, no sólo ideales, ni tampoco conviene al Estado hacer a un lado los grandes valores en la práctica y el quehacer político. El gran político primero debe ser un gran ser humano.
 

POR ENRIQUE QUIROZ ACOSTA
ABOGADO Y COLABORADOR