En mayo de 2018, millones estuvieron pendientes de la boda real del príncipe Harry y Meghan Markle, una ceremonia que no solo destacó por su romanticismo, sino también por la moda y la polémica. Entre los elementos más comentados estuvo el vestido de Meghan, diseñado por la casa de moda francesa Givenchy bajo la dirección de Clare Waight Keller. Este traje nupcial, que reflejaba una elegancia minimalista, tuvo un costo aproximado de 100 mil libras, cerca de 2 millones 120 mil pesos mexicanos.
Desde semanas antes del gran día, las especulaciones sobre el vestido de Meghan inundaron los medios. La elección final, un diseño sobrio y elegante de Waight Keller, se reveló al público en la capilla de San Jorge, en el Castillo de Windsor. Meghan, admiradora de la estética, describió su confección como impecable y su actitud como relajada. El vestido, con un escote barco y mangas largas, llegaba hasta el suelo, encapsulando el estilo clásico personal de Meghan y su "estilo americano".
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Isabel II odió el vestido de novia de Meghan Markle
Sin embargo, no todos los comentarios fueron favorables. La difunta reina Isabel II consideró que el vestido era "demasiado blanco" para alguien que se casaba por segunda vez. Según Ingrid Seward en su libro "Mi madre y yo", la monarca opinaba que no era apropiado que una divorciada luciera un aspecto tan virginal en una iglesia.
El diseño del vestido también evocaba el famoso vestido de Givenchy en la película "Funny Face" de 1957. Además, recordaba la estética del vestido de novia de Carolyn Bessette-Kennedy en 1996, combinando simplicidad y elegancia atemporal. La confección del vestido requirió 3 mil 900 horas de trabajo y la participación de un equipo de 50 personas. A lo largo de cuatro meses, Meghan se sometió a ocho pruebas para asegurar el ajuste perfecto.
El vestido de Meghan fue muy especial
Un detalle personal del vestido fue un pequeño trozo de tela azul, proveniente del vestido que Meghan usó en su primera cita con Harry, cosido en el dobladillo del traje. Complementando el vestido, Meghan lució unos zapatos de tacón de Givenchy, confeccionados en satén de seda duquesa del mismo tono de blanco.
El velo, otra pieza destacada del conjunto, era de largo catedral y medía cinco metros. Estaba adornado con encajes. Las modistas, para mantener la pureza del material, debían lavarse las manos constantemente. Este velo se mantenía en su lugar gracias a la tiara de diamantes de la Reina Mary, un préstamo especial de la difunta reina Isabel II.
