El universo de significados y resonancias que despliega la edición 15 de la Bienal FEMSA se apartó de los convencionalismos. En su modalidad itinerante, adoptada tres versiones atrás, el reconocimiento del territorio, de la gente que lo transita y de su diversidad, han sido clave para conformar el entramado de superficies transitables en que se ha constituido.
Desde el inicio, dice la directora artística de esta edición, Mariana Munguía, “era muy importante cuestionar lo que significa una bienal hoy en día en México y el hecho de que no es una exposición de museo; en ese sentido, planteamos trabajar desde otro lugar y no partir de una teoría o de una idea, que es como normalmente podría pensarse una exposición de museo, sino confrontarnos con un territorio”.
En su carácter nómada, la bienal despliega su propuesta en las ciudades de León y Guanajuato con el título “La voz de la montaña”, cuyas líneas curatoriales exploran el cuerpo, la identidad, el territorio y el paisaje. La montaña, cuenta Munguía, ha sido una especie de llamado, de grito y metáfora sobre un lugar desde el cual se puede escuchar al otro.
“Queríamos que fuera como un llamamiento, una sugerencia de lo que estábamos queriendo plantear, un llamado a los sentidos, es decir, cómo podemos escuchar desde otro lugar; es remitirnos a esa metáfora de lo que es la montaña en diferentes culturas a lo largo de la historia y cuestionar la relación que tenemos con el otro y como el otro no es lo que pensamos; también repensar nuestra relación con nosotros, con la naturaleza y cuestionar la idea de los sentidos”.
La montaña, en su dimensión poética y geográfica, se revela como territorio de descubrimiento, de saber ancestral y de posibilidad sensorial infinita. Guanajuato, además, ahonda, “tiene una relación directa con la montaña, de extracción de recursos, de depender de ella, de cómo puedes acomodarte a tener una ciudad dentro y por, con la montaña, pero no sólo queríamos reducirlo a eso sino darle una potencia de ente”.
Ya alejada completamente del formato que la vio nacer hace 30 años, la Bienal FEMSA fue abordada como un programa integral. El equipo curatorial, encabezado por Munguía, pero también conformado por Pamela Desjardins, Christian Gómez, Eugenia Braniff e Isis Yépez, propuso cuatro secciones: Comisiones, con 29 proyectos desarrollados especialmente para la edición; Desplazamientos, que incluye presentaciones performáticas en vivo y un ciclo de cine; Pie de monte, encuentro de ediciones independientes, y un programa público y pedagógico bautizado como Relieves.
LA CONVERSACIÓN, PUNTO DE PARTIDA
Los 29 proyectos comisionados de esta edición se despliegan en siete sedes de Guanajuato. En su primer viaje al estado, el equipo curatorial enfrentó un primer reto: ¿Qué artistas escoger?, ¿cómo relacionarse con el territorio? De manera orgánica, las respuestas llegaron: “Fue empezar a recorrer el territorio, a entender todos esos cuerpos que transitan, que ahí habitan y darnos cuenta de la diversidad tan grande de un estado como Guanajuato, donde históricamente hay una carga simbólica, o de creación de contenido simbólico”.
Conforme se fue reconociendo el territorio, la clave quedó en el diálogo: “Tenía mucho que ver con las conversaciones que teníamos en las visitas de estudio y en las entrevistas que estuvimos haciendo con muchos artistas en el sentido de por dónde iban sus cuestionamientos en torno a su producción, qué es lo que cuestionaban, lo que les inquietaba, cómo veían su propio proceso; tenía que ver mucho con la sensibilidad, más que con el objeto final”, explica Munguía.
El resultado fue una variopinta selección que incluye diferentes edades, desde el leonés Tuxamee, nacido en 1996, hasta la experimentada Magali Lara, nacida en 1956 en la Ciudad de México; geografías que abarcan la capital del país, con artistas como Daniel Godínez Nivón (1985); Galia Eibenschutz (1970), Josué Mejía (1994), Lorena Mal (1986), Lucía Vidales (1986), Néstor Jiménez (1985), Sofía Táboas (1968) y Taniel Morales (1970), hasta creadores de otras nacionalidades como Ana Gallardo (1958) de Rosario, Argentina; Francisca Benítez (1974), procedente de Santiago, Chile y Nina Fiocco (1985), llegada de Feltre, Italia.
En perspectiva, opina Munguía, “es muy interesante ver la diversidad de prácticas, siempre es muy rico entender que hay una colectividad de miradas que nos están expandiendo la noción de lo que es el arte y que no se trata sólo de tendencias sino del poder del arte que tiene para crear estas expresiones significativas; hay personas que se decantan más por el dibujo o la pintura, pero siempre hay un cuestionamiento también de la materia misma con la que están trabajando”.
DEJAR UNA SEMILLA
Otra ecuación efectiva de la 15 Bienal FEMSA ha sido la sinergia establecida con el estado sede y los espacios habilitados para contenerla como el Museo del Pueblo de Guanajuato del Instituto Estatal de Cultura de Guanajuato; el Museo Regional de Guanajuato, Alhóndiga de Granaditas o el Museo de Arte e Historia de Guanajuato. Hacer una bienal itinerante, agrega Munguía, “obliga a tratar de dejar una semilla, a tratar de realizar cosas con el lugar, al final todo es aprendizaje”.
Como antes sucedió con Zacatecas (en 2018) y Michoacán (de forma virtual, en 2020), dice, “cada bienal aporta una oportunidad de ver de cerca, de participar en un proceso de construcción, de gestión de un evento como estos, eso es algo que le importa mucho a la Bienal FEMSA: esa relación y ese trabajo que se pueda hacer con las comunidades”.
Por Redacción Cúpula
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