Cuando Fernando del Paso (1935-2018) vivía en Londres con toda su familia, no le quedaba de otra que escribir en la misma recámara que compartía con su esposa: “Era una casa muy chica”, recuerda Paulina, la hija menor del escritor, cuya cuna también fue instalada en el cuarto de sus padres. La situación no debió haber sido fácil en una ciudad que no era la suya: “Optaron por no tener un carro porque salía muy caro, la gasolina y demás”.
Fue entonces que la oportunidad de tener su propio estudio llegó para el escritor: “En algún momento se mudó al garaje de abajo de la casa”. Un lugar pequeño en el que a veces instalaba un restirador. En Londres, Del Paso terminó de escribir “Palinuro de México” (1977) y casi concluyó “Noticias del imperio” (1988), pero además dio rienda suelta a otra de sus pasiones de toda la vida: la pintura.

“Era su segunda pasión, en algún momento, de joven, pensó que esa iba a ser su vocación, pero luego llegaron las letras y arrasaron con todo, pero fue una faceta que disfrutó mucho, que más bien hacía en sus tiempos libres y en el tiempo que quedaba entre las novelas, porque eran muy exigentes”, agrega Paulina. Del Paso pintaba para él y la gente que quería. “Mi papá no fue muy dado a vender su obra, nunca estuvo con una galería, siempre hizo estos dibujos por el placer de hacerlos, la gran mayoría (más de un centenar) pertenecen a la familia, han estado en las paredes de la casa”.
Si bien algunos dibujos ya han sido mostrados, este martes 1 de abril, cuando se cumplen 90 años del natalicio del Premio Cervantes de Literatura 2015, sirven para recordarlo. La Celda Contemporánea del Claustro de Sor Juana inaugura “Yo soy tu otro yo”, con 32 piezas elaboradas por Del Paso entre 1977 y 2001, junto con algunos muebles que pertenecieron al autor, incluido un sillón retapizado, algunas lámparas, mesas y cojines, un tapete. El título de la exposición surge del video “Las dos pasiones de Fernando del Paso” donde Paulina aborda la faceta artística de su padre.

El colorido que caracterizaba al escritor a la hora de vestir también está en sus obras: “Creo que en el dibujo él pudo explorar cuestiones como el color, aunque hay unos que son simplemente tinta china sobre papel blanco, pero hay otros con una gran explosión de color y también están unos universos muy surrealistas, con elementos geométricos, algo obsesivos, porque tienen mucho cuidado en el detalle, también medio arquitectónicos y unos monstruos que él llamaba ‘tartarines’, muy bizarros, pero que también tienen humor. Creo que ahí era donde él era más libre y menos exigente con él mismo, porque decía que sufría mucho la escritura”.
Amigo de otros artistas como Juan Soriano, Cristina Rubalcaba o Alberto Ramírez, Del Paso aprovechaba cualquier momento para pintar: “Cuando trabajaba en la BBC como locutor, y tenía turnos nocturnos, se llevaba sus hojas de papel, sus plumas, tenía unas especiales con puntas de distinto grosor, plumas que había que mantener muy limpias porque si no se tapaban, ese kit se lo llevaba a la BBC y en los momentos libres, entre programa y programa, pero pues a las tres de la mañana, ahí dibujaba”.

Cuando regresó a México y se fue a vivir a Guadalajara, el narrador no dejó de pintar y prácticamente lo hizo hasta el final de su vida, llegando a acumular más de un centenar de obras que sus descendientes esperan exponer más adelante de manera más exhaustiva. Por lo pronto, además de la expo en el Claustro, el Fondo de Cultura Económica mostrará en la Librería Rosario Castellanos, a mediados de abril, algunos objetos personales del autor, incluida su máquina de escribir.
Por Luis Carlos Sánchez
EEZ