Cuando Lucia Joyce celebró una de sus primeras presentaciones como bailarina solista, la prensa se apresuró a decir: ‘En el futuro, James Joyce podría ser recordado como el padre de Lucia’. Hija del célebre autor de “Ulises” y de Nora Barnacle, la joven apuntaba para ser una estrella de la danza moderna: su destreza, incluso, le había valido para practicar con Isadora Duncan.
La mente de Lucia, sin embargo, le tenía preparada una mala jugada: la bailarina no llegaba aún a los 25 años (había nacido en Italia, en 1907) cuando comenzaron los síntomas de enfermedad mental y todo se vino abajo: “Lucia acabó pérdida, pienso que emocionalmente no tenía la capacidad de seguir y cuando empezó con los hospitales le dieron muchos medicamentos de prueba, lo dice su biógrafo, que tal vez la afectaron más”, dice la escritora mexicana Sofía Buzali.
La también autora de una novela sobre Marguerite Duras, entrega ahora “Mi nombre es Lucia Joyce” (Editorial Dos Líneas) en la que se adentra en el atormentado mundo de la hija del autor irlandés. Los seres humanos, dice la autora, “tenemos dos caminos, todos tenemos crisis y momentos difíciles, ella fue tratada por (Carl Gustav) Jung, a quien Joyce le decía: ‘Tiene fuego en el cerebro, es una maravilla, nadie la entiende’. Jung le contestaba: ‘Sí, es una mujer muy inteligente, pero tiene un problema: tú tienes crisis y arrebatos, pero sigues nadando en el río; en cambio Lucia nada, pero acaba hundiéndose"'.
Buzali se adentra en los años más tormentosos de Lucia, diagnosticada con esquizofrenia, vivió más de 30 años en el St Andrew's Hospital de Northampton, Inglaterra. Pero más allá de la condición mental de la protagonista, dice.
“Era una mujer totalmente moderna, activa sexualmente, estamos hablando de los años 30, vivía en un mundo de intelectuales y pintores. En ese mundo en el que vivía en París percibió todo eso junto con su padre: iba a la ópera, al teatro, tenía un futuro prometedor, pero haber dejado de bailar fue uno de los grandes problemas”.
Sus propios padres son los que sugieren a Lucia dejar de bailar “porque era demasiado sensual, demasiado libre, le dicen que no era para ella, que porqué no se dedica a pintar, porque era muy buena dibujante, cuando logran convencerla que deje de bailar, en ese momento empieza las crisis”. A pesar de que el padre estaba convencido de que no entendían a su hija, el resto de la familia presiona.
Incluso, “cuando muere Joyce, el nieto (Stephen) decide eliminar de la familia el nombre de Lucia, intenta que no quede rastro ni de cartas, ni documentos, ni nada que tuviera una relación con ella, incluso, en su momento le pide a Samuel Beckett, quien había tenido una relación amorosa con Lucia, que también quemara sus cartas”.
Los Joyce regresaron a Zúrich en 1940, huyendo de la ocupación nazi de Francia.
“Y no se puede llevar a Lucia, la deja abandonada en París porque no tiene los documentos en orden, eso le provocó una culpa muy grande a Joyce, y además de ser alcohólico, hasta que finalmente lo tienen que operar y muere en 41 y deja abandonada totalmente a Lucia”. Sin las visitas de su madre (quien muere en 1951) y de su hermano, Lucia sigue sola y hospitalizada, pero no muere sino hasta 1982.
A DETALLE
- En 2013, Sofía Buzali ganó el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz
- Le fue concedido por su novela "Leonora antes de Leonora", sobre la vida de la artista Leonora Carrington
- También es autora de una novela sobre la tormentosa vida de Marguerite Duras.
MAAZ