Se le ve como un tema polémico, un intento de hacerlo personal, global y sujeto a la opinión del mundo. El aborto es algo que íntimamente pertenece a la persona que lo va a decidir, e inherentemente marcado por las características sociales y económicas de la persona en cuestión.
Un problema social
En su libro, “El acontecimiento” Annie Ernaux relata su experiencia de cómo fue buscar la terminación de un embarazo no deseado en la Francia de los años sesenta. A través de sus vivencias como universitaria sin muchos recursos, y tras básicamente ser abandonada por su pareja, describe el panorama social que juzgaba tanto el estar embarazada, como buscar dejar de estarlo.
En sí, buscar un aborto no era algo menor, ya que era penalizado severamente bajo la ley con prisión y multa, para los que lo llevaran a cabo y a los que se sometieran al procedimiento. Puerta tras puerta fue cerrándose en su cara, ya que ningún doctor aceptaba ayudarla, a lo mucho dándole una receta de antibióticos. Ernaux se vio inmersa en la clandestinidad e incertidumbre, forzada a aceptar la realidad de que una puerta trasera era su única opción.
“El hecho de que la forma en la yo viví la experiencia del aborto, la clandestinidad, forme parte del pasado no me parece un motivo válido para que se siga ocultando. La ley, que casi siempre se considera justa, cae en la paradoja de obligar a las antiguas víctimas a callarse porque ‘todo aquello se acabó,’ haciendo que lo que sucedió continúe oculto bajo el mismo silencio de entonces.”
La otra cara del aborto
Ernaux abre las puertas a sus pensamientos más personales, narrando la angustia, desesperación, frustración, y, sobre todo, impotencia que sentía sobre de su situación. A sus ojos, ella se veía reducida a su situación de mujer embarazada a la cual le podrían sacar un hijo en unos meses. A pesar de que en el final sí logró terminar con el embarazo, fue una situación traumática, describiéndola como una violencia a la cual se tenía que someter, porque no tenía otras alternativas. El rudimentario procedimiento en la habitación de una vieja enfermera culmina con una estancia en un hospital con arrogantes médicos tras una serie de complicaciones, que solo la empiezan a respetar al tratarse de “uno de ellos,” una estudiante universitaria.
“Hoy sé que debía pasar por esa prueba y ese sacrificio para desear tener niños. Para aceptar la violencia de la reproducción dentro de mi cuerpo y convertirme, a mi vez, en lugar de paso para las generaciones futuras.”
Un derecho con poco alcance
En estas circunstancias acaba el relato, uno que hoy en día es más pertinente que nunca. El aborto sigue sin ser un derecho al alcance de muchas personas, el acceso a métodos anticonceptivos, aunque más extendido sigue siendo deficiente, la educación sexual severamente limitada, y la sociedad sigue viendo a estos temas como un tabú.
Esta es una lectura corta, pero que abre perspectivas que nunca caerían en las manos de algunas personas. Es la visita pública a un proceso personal a través de la prosa de una excelente escritora, palabras que se quedan grabadas y culminan en una reflexión de la misma autora:
“Y quizás el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y en la vida de los otros.”
