Columna invitada

Sobre la etiqueta woke

Con el transcurso de los años, esta expresión ha desarrollado nuevos significados. Algunos mantienen su vínculo con la lucha antirracista

Sobre la etiqueta woke
Ignacio Anaya / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El término “woke” comenzó a utilizarse durante la era de los derechos civiles en el siglo pasado (1950s – 1960s), incluso antes, para referirse a la conciencia sobre la injusticia racial en Estados Unidos. Fue un término que encontró su lugar dentro de la población afrodescendiente en un contexto donde sus integrantes sufrieron linchamientos y diversas formas de violencia racial. Por esta razón, el vocablo exhortaba a mantenerse alerta ante el racismo que permeaba la cotidianidad, pues numerosos casos evidenciaron cómo personas inocentes perdieron la vida. En ocasiones, bastaba una acusación sin fundamento, un quiebre repentino en la normalidad diaria.

Con el transcurso de los años, esta expresión ha desarrollado nuevos significados. Algunos mantienen su vínculo con la lucha antirracista, pero en tiempos recientes ha surgido otro uso que prolifera en las plataformas digitales: el de la desaprobación. Es frecuente observar la aplicación de la etiqueta “woke” cuando una producción audiovisual incorpora a personas de color, miembros de la comunidad LGBTQ+ o mujeres en roles protagónicos.

Quienes califican un producto como “woke” generalmente consideran que su calidad es deficiente porque prioriza la inclusión sobre la excelencia artística. Esta perspectiva se intensifica cuando la incorporación de los elementos considerados “woke” ocurre en creaciones destinadas a audiencias amplias, particularmente aquellas orientadas al público familiar. Un fenómeno destacable es la expansión lingüística del término, que ha trascendido las fronteras idiomáticas para instalarse como anglicismo en el habla hispana.

No obstante, el principal desafío con este concepto reside en la ausencia de una definición consensuada. Aunque los diccionarios registran la palabra, su aplicación varía según quien la emplea. Para algunos representa una necesaria conciencia social que honra sus raíces históricas, mientras que para otros ha devenido en un calificativo peyorativo utilizado para desacreditar cualquier intento de representación diversa. La complejidad radica en la imprecisión de sus límites: ¿Merece catalogarse como “woke” cualquier contenido que incluya diversidad? ¿O únicamente aquel que lo presenta de manera artificial? ¿Quién establece cuándo una representación resulta orgánica y cuándo obedece a propósitos ideológicos?

Esta ambivalencia ha propiciado un notorio abuso del término. Ya más obras son etiquetadas como “woke” meramente por incorporar personajes diversos, sin considerar sus valores narrativos o técnicos. La expresión se ha transformado en un mecanismo para deslegitimar creaciones antes de examinarlas profundamente, un recurso que ignora conversaciones más sofisticadas sobre representación y la calidad artística.

El concepto “woke” parece evolucionar hacia un significante vacío que cada individuo interpreta según sus propias concepciones e intereses, distanciándose progresivamente de sus orígenes en la lucha por la justicia social y convirtiéndose en un instrumento dentro de los conflictos culturales contemporáneos.

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

MAAZ

 

Temas