La Ciudad de México ha dado un paso histórico en la evolución de sus tradiciones, reafirmando su compromiso con el bienestar animal. La reciente aprobación del dictamen que elimina la violencia en las corridas de toros es un triunfo del progreso y un reflejo de la voluntad ciudadana. Este cambio no solo preserva la tradición taurina, sino que también busca un equilibrio necesario entre el respeto por la vida y la conservación de los empleos en la industria taurina, lo cual es fundamental para la transición hacia un modelo más ético.
La propuesta de la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, transforma la tauromaquia sin prohibirla. La creación de la figura del "espectáculo taurino libre de violencia" permitirá que se sigan realizando eventos en la Plaza México, pero bajo nuevas reglas que aseguran la integridad de los toros. Este modelo innovador, que prohíbe la muerte y el maltrato del animal, representa un avance importante en la protección de los derechos de los animales.
La aprobación casi unánime de este dictamen por parte del Congreso local muestra que la Ciudad de México se ha consolidado como un referente en protección animal. La fiesta taurina podrá continuar, pero bajo la premisa de que el sufrimiento no tiene cabida en el entretenimiento. La eliminación de la muerte del toro no es el fin de la tauromaquia, sino su evolución hacia un espectáculo más ético y respetuoso con los seres vivos.
Es importante recordar que la tauromaquia, a lo largo de la historia, no siempre ha implicado la muerte del toro. En la Antigüedad, culturas como la minoica en Creta ya realizaban juegos con toros, como el "salto del toro", sin intención de sacrificarlos. Durante la Edad Media, las justas taurinas eran utilizadas como entrenamientos de destreza para los caballeros, y no siempre terminaban con el sacrificio del animal. Fue en el siglo XVIII cuando la estocada final se volvió un elemento central de las corridas, pero hoy, lugares como Francia, Portugal y Ecuador están demostrando que es posible celebrar estos eventos sin derramar sangre.
La Ciudad de México ha sido vanguardia en la defensa de los derechos de los animales. Nuestra Constitución local los reconoce como seres sintientes, y la reforma constitucional federal de 2024 refuerza este principio, obligando al Estado a garantizar su protección. Como sociedad, ya no podemos justificar la muerte y el dolor de un ser vivo por entretenimiento.
Este dictamen es el resultado de un ejercicio de diálogo y consenso entre diversos sectores. Legisladores, organizaciones animalistas y promotores de la tauromaquia han trabajado juntos para garantizar una transición justa. La Plaza México, un ícono de la tauromaquia, podrá seguir siendo un referente de este espectáculo, pero ahora con una visión más moderna y libre de crueldad.
Sabemos que esta transformación no estará exenta de resistencias. Los cambios culturales siempre enfrentan oposición, pero la historia demuestra que las tradiciones también deben evolucionar con el tiempo. Éste será recordado como un avance en la ética y el respeto por la vida. El futuro de la tauromaquia está en nuestra capacidad para adaptarla a los nuevos tiempos, sin perder su esencia, pero transformándola en un modelo más justo.
Queremos que esta decisión de la Ciudad de México inspire a otras ciudades y países. La ciudad ha elegido el camino de la evolución, la justicia y la compasión. Es posible honrar nuestras tradiciones sin perpetuar el sufrimiento innecesario. Cultura y progreso pueden coexistir y construir juntos un futuro más humano y responsable.
POR CÉSAR CRAVIOTO
PAL