Siempre, desde el origen de la humanidad, en distintos periodos de la existencia de los homínidos, se ha dado el fenómeno de la migración. Esta vocación que tenemos los bípedos (y la mayoría de los animales también) de andar y andar se ha producido desde hace millones de años, primero dentro de África y luego por el resto del mundo. Las razones de la migración siempre tuvieron que ver con la supervivencia. Cada nuevo hallazgo que se hace en la paleoantropología nos mueve las fechas de las migraciones, nos cambia nuestro entendimiento de las habilidades del tronco homo, de donde venimos.
Los sapiens somos los únicos representantes vivos de todo el género. Pero me atrevería a decir que la genética y los conocimientos de todas las especies de homo que nos antecedieron vienen con nosotros y en nosotros. Aprendimos de ellos a hacer herramientas, estrategias de sobrevivencia, a hacer fuego, a trabajar las pieles y, por si fuera poco, el arte y el miedo a la muerte. De ellos también aprendimos a migrar. Sí, nosotros, como ellos, somos los eternos migrantes, moleste a quien le moleste.
Gracias a nuestros antepasados y sus piernas inquietas se pobló la tierra y, al paso de miles de años y cientos de intercambios, llegamos al siglo XXI en el que las eternas migraciones han enfrentado situaciones extremas en distintas partes del mundo. La migración de países que han sufrido devastación, dificultades económicas, persecución, opresión o guerras hacia naciones que les ofrecen mejores condiciones de vida es una constante.
En África y en Medio Oriente se ha producido un éxodo que está impactando en países de la Unión Europea. La historia de los exilios o migraciones forzadas en América Latina son parte igualmente de lo sucedido una y otra vez en el siglo XX y que se han recrudecido durante los casi primeros 30 años del siglo XXI. La violencia política, la pobreza, el empoderamiento del crimen organizado, antes las dictaduras militares y ahora las consolidadas a través de los votos, han contribuido a conformar este caldo de cultivo propicio para las violaciones de los derechos humanos y políticos de los ciudadanos y el aumento del racismo y en general de la xenofobia hacia los desplazados forzados.
Durante las semanas que Donald Trump lleva como presidente de Estados Unidos ha firmado más de 10 órdenes ejecutivas sobre la migración, así como un número grande de decretos para cumplir sus promesas de campaña de deportaciones masivas y la criminalización de los indocumentados.
Le tengo malas noticias al Sr. Trump: nunca podrá exterminar la vocación humana de andar y conquistar nuevos espacios. Otros autoritarios y racistas han tratado de hacerlo y, como le pasará ahora al presidente de EU, han fracasado estrepitosamente. Migrar es algo que traemos en los genes y que es inherente a nuestra especie. La defensa de los derechos humanos de los que caminan y se arriesgan, ayuda a visibilizar el problema y a darle capacidad de gestión a sus demandas y unión entre todos estos grupos de hombres, mujeres y niños que buscan, arriesgando sus vidas, un espacio para vivir. Así será.
POR TERE VALE
COLABORADORA
@TEREVALEMX
PAL