El conflicto en Ucrania, que durante más de dos años fue presentado como la lucha de la democracia contra “el autoritarismo”, parece haber llegado a una fase donde las verdaderas intenciones de sus aliados quedan al descubierto. Mientras los líderes occidentales tejían un discurso de apoyo inquebrantable a Kiev, la reciente reunión en Riad entre Estados Unidos y Rusia confirma lo que muchos no quisieron ver desde el principio: la guerra ha cambiado de fase y Ucrania ha dejado de ser una prioridad estratégica para Washington. En la práctica, su futuro se negocia sin su presencia, y lo que antes se vendió como una lucha existencial por la soberanía ha sido reducido a un simple problema diplomático que EE.UU. y Rusia intentan resolver con el menor costo posible.
La cumbre en Riad dejó varios mensajes claros. En primer lugar, Washington busca recomponer su relación con Moscú, no porque haya perdido interés en debilitar a Rusia, sino porque la prolongación del conflicto ya no le resulta rentable. Ucrania ha drenado recursos y atención de otras prioridades estratégicas, como la creciente influencia de China en el Indo-Pacífico. Desde 2022, Estados Unidos ha aprobado más de 113 mil millones de dólares en ayuda militar para Ucrania, pero el apoyo interno está disminuyendo. Una encuesta reciente de Gallup muestra que el 56% de los estadounidenses está en contra de continuar financiando la guerra, mientras que en Europa, el 72% de la población considera que el conflicto no debería afectar la estabilidad económica de la UE.
La perspectiva rusa sobre la guerra también ha evolucionado. Moscú, con su estrategia, ha pasado a consolidar los territorios prorrusos y desgastar al ejército ucraniano en un conflicto de larga duración. En la práctica, Rusia ya controla cerca del 18% del territorio ucraniano y ha reforzado su presencia en Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón. Al mismo tiempo, más del 75% de la población en Donetsk y Lugansk ha solicitado pasaportes rusos desde 2022, un dato que indica la consolidación de la anexión de facto. Mientras Ucrania sufre ataques sistemáticos contra su infraestructura energética y su economía se desmorona, Moscú juega con el tiempo a su favor, sabiendo que el desgaste de Occidente beneficiará su posición en futuras negociaciones.
En este contexto, las declaraciones de la Embajada de Rusia en México sobre Zelenski refuerzan la narrativa de que Ucrania no es la democracia que Occidente pretendió vender. En una publicación reciente, la Embajada enumeró una serie de acciones de Zelenski que lo acercan más a un régimen autocrático que a un líder democrático: incumplimiento de los Acuerdos de Minsk, persecución de todo lo ruso en Ucrania, prohibición de la Iglesia Ortodoxa, ataques contra civiles en el Donbás y la cancelación de elecciones. Si bien esta es la visión del Kremlin, estos puntos son hechos comprobables. La postergación de elecciones indefinidamente, la censura de partidos políticos opositores y la represión contra sectores prorrusos han sido medidas justificadas en nombre de la seguridad nacional, pero que, en cualquier otro contexto, Occidente habría condenado con fuerza.
El cambio de actitud de EE.UU. en este conflicto también se manifiesta en su negociación sobre las tierras raras en Ucrania. La administración de Trump ha exigido que Ucrania ceda el 50% de su producción de minerales estratégicos, como litio y uranio, a cambio de seguir recibiendo apoyo. Es decir, Washington ahora quiere garantías económicas y geopolíticas por su respaldo a Kiev. Zelenski, consciente de que su posición es frágil, ha mostrado “resistencia” a firmar este acuerdo sin recibir garantías de seguridad a cambio. Pero la presión aumenta, y la posibilidad de que Ucrania termine cediendo estos recursos como parte del precio de su supervivencia es cada vez mayor.
El panorama es claro: Ucrania ha sido utilizada como un peón en un juego geopolítico que nunca controló. El drástico cambio de política de EE.UU. y su búsqueda de diálogo con Rusia reflejan una transformación en el orden global, donde nada volverá a ser igual. En Riad, las grandes potencias se sentaron a la mesa para decidir el futuro del mundo como primer paso.
POR TALYA ISCAN
CATEDRÁTICA FCPYS, UNAM, U. PANAMERICANA
@TALYAISCAN
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