En la actualidad, la República de Turquía constituye la 17 economía del mundo, con una población de alrededor de 85 millones de habitantes y un ingreso per cápita superior a los 14 mil euros. Aunque su capital es Ankara, la ciudad más importante de este país en términos económicos, industriales, educativos y culturales es Estambul, donde se genera alrededor de una tercera parte de su producto interno bruto y se concentra casi una cuarta parte de la población.
Estambul tiene una gran importancia geográfica, pues una porción de su superficie se ubica en el continente europeo y la otra en el asiático, separadas por un canal de aproximadamente 31 kms., denominado el estrecho del Bósforo, que conecta al Mediterráneo con el mar Negro, constituyendo una frontera natural entre ambos continentes.
Estambul siempre ha sido un punto medular para las rutas comerciales como la de la “Seda”, uniendo Europa con Irán, la península arábiga, el Cuerno de África, el Cáucaso, la estepa rusa, China y la India. Desde el punto de vista histórico, fue la capital de dos imperios: el romano de Oriente (o Imperio bizantino) hasta 1453 y del otomano.
Aunque es una ciudad con una gran mística y encanto turístico que conserva una gran parte de su arquitectura histórica, Estambul es también un centro urbano moderno con grandes obras de infraestructura, dentro de las que se encuentra el nuevo aeropuerto de Estambul, uno de los más modernos y funcionales del mundo.
Hasta hace apenas unos días, el alcalde de Estambul era Ekrem Imamoglu, un dedicado funcionario de 53 años y el político de oposición más popular de Turquía, que superó en muchas encuestas al presidente Recep Tayyip Erdogan.
Imamoglu estuvo al frente de la ciudad del Bósforo desde 2019, año en que su partido, el socialdemócrata CHP, derrotó al oficialista AKP, hasta el pasado miércoles 19, en que fue detenido arbitrariamente junto a otras 30 personas, entre ellas varios periodistas, bajo la acusación de corrupción y colaboración con bandas terroristas que buscan alterar el orden en el país.
En realidad, estas detenciones se deben a la gran popularidad ganada en los últimos años por Imamoglu, que pone en peligro inminente una tercera reelección de Erdogan que se llevaría a cabo antes de la terminación de su segundo periodo gubernamental, en 2028.
Erdogan (71) se ha mantenido como alto jerarca del mundo político turco desde el año 2003, primero como primer ministro y desde el 2014 como presidente de Turquía. Durante ese tiempo ha logrado, además de una positiva empatía con líderes de países europeos y muy buenas relaciones con Putin, Jinping y presidentes norteamericanos, un importante crecimiento económico de su país, lo que le ha permitido ganar un sinnúmero de elecciones.
No obstante, se le acusa de que en la última década ha hecho un uso indebido del poder y ha erosionado cada vez más la limpieza democrática en los procesos electorales, con una política de alta represión en contra de sus adversarios y medios informativos, que parecen ir hacia una democracia iliberal al estilo de las de Rusia, Bielorrusia o Azerbaiyán.
Los últimos acontecimientos no han hecho más que enardecer a grandes masas de la población que por miles han salido a las calles de las principales ciudades turcas para protestar contra la política del régimen y, sobre todo, por el injusto encarcelamiento de Imamoglu, que tendría grandes posibilidades en las elecciones presidenciales.
Con su reciente actitud y la mayor represión hacia los manifestantes, Erdogan no ha hecho sino generar una mayor tensión y malestar social que lo pueden conducir a una delicada situación que ponga en riesgo la estabilidad política de Turquía y con ello los logros económicos alcanzados durante su mandato.
Ojalá que la ira despertada en Erdogan no lo lleve a tomar medidas extremas, como ya lo han hecho otros dictadores, sacrificando la vida de sus oponentes políticos.
POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA
ANALISTA POLÍTICO
@TIGRE_AGUILAR_C
MAAZ