Era predecible: Estados Unidos designó a seis cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. La medida fue impulsada por Marco Rubio, secretario de Estado. La respuesta del gobierno mexicano fue tibia: proponer dos reformas constitucionales, una para “reafirmar” la soberanía nacional y otra para “endurecer” las sanciones contra el tráfico de armas al país.
La maniobra política de modificar la Constitución (el deporte favorito de Morena), además de ser engañosa, es una salida fácil ante la embestida estadounidense. La decisión unilateral de Estados Unidos no atendió los reclamos del gobierno mexicano sobre el hecho de que los grupos criminales que operan en nuestro territorio están armados gracias a la industria de ese país, y que más del 70 por ciento de las armas que usa el crimen organizado proviene de allá.
La soberanía no requiere ser reafirmada cada vez que hay una amenaza a los intereses legítimos del país. Una modificación adicional le quita sentido y esencia a la norma suprema y convierte a nuestra Constitución en víctima de la propaganda y la demagogia.
Por ejemplo, la propuesta de reformar el artículo 19 para imponer la pena más severa y prisión preventiva oficiosa a cualquier persona, nacional o extranjera, que participe en el tráfico de armas o en actividades que vulneren la soberanía nacional, debe pasar primero por una modificación en el Código Penal Federal. Parece haberse olvidado que la Constitución no regula delitos específicos, sino que establece principios. ¿Se imaginan el conflicto diplomático si, por alguna razón, se detuviera a un ciudadano estadounidense o a un agente encubierto?
En la coyuntura, es importante señalar que hay avances en materia de seguridad. Decomisos, detenciones e incluso se habla del asedio a Iván Archivaldo Guzmán, lo que podría traducirse en su próxima captura en Sinaloa.
Además, el expresidente Trump elogió públicamente a la presidenta Sheinbaum y la llamó una “mujer maravillosa” por recomendarle hacer publicidad sobre el daño de las drogas en los consumidores. La relación no es tensa, o al menos no tanto como se piensa, y hay una razón para ello: estamos haciendo todo lo que nos piden.
Marco Rubio destacó ayer mismo que no consideran una operación militar en México, sino compartir información con México para que las autoridades acá hagan su trabajo, mientras ellos harán lo suyo en su territorio.
La palmadita en la espalda solo es consecuencia de una realidad de la que aún no somos conscientes: el gobierno mexicano sí colabora con la justicia estadounidense, sí permite el ingreso de agentes armados al país, sí está al tanto de que la CIA está volando drones espías sobre territorio mexicano para detectar laboratorios de fentanilo, sí sabe del despliegue de operaciones clandestinas enfocadas a combatir los cárteles de las drogas. Entonces, ¿por qué envolverse en un falso patriotismo y llamar a la unidad soberana cuando, en los hechos, se ha cedido a todas las peticiones del gobierno estadounidense?
De nada sirve engañarnos: el discurso de buenos y malos mexicanos tarde o temprano se agotará.
POR CARLOS ZÚÑIGA PÉREZ
COLABORADOR
@carloszup
MAAZ