Columna Invitada

Sheinbaum y el renacer de los principios constitucionales: un nuevo pacto social para México

La presidenta Claudia Sheinbaum ha tejido, con la precisión de quien conoce los hilos invisibles de la historia mexicana, una respuesta audaz a dos de las heridas crónicas de nuestro sistema político: la perpetuación del poder y los privilegios familiares

Sheinbaum y el renacer de los principios constitucionales: un nuevo pacto social para México
Foto: El Heraldo de México

La presidenta Claudia Sheinbaum ha tejido, con la precisión de quien conoce los hilos invisibles de la historia mexicana, una respuesta audaz a dos de las heridas crónicas de nuestro sistema político: la perpetuación del poder y los privilegios familiares. Sus iniciativas, presentadas en el marco de un aniversario constitucional, no son simples ajustes legales. Son un acto de reconciliación con el espíritu revolucionario que dio vida a la Carta Magna de 1917, y es también un camino para redefinir la democracia mexicana en tiempos donde el desencanto ciudadano amenaza con convertirse en norma.  

Al eliminar la reelección continua, la Dra. Sheinbaum además de revivir el lema maderista, desmonta la maquinaria que convirtió a muchos cargos públicos en feudos personales. La experiencia reciente demostró que la posibilidad de reelegirse, lejos de profesionalizar la función pública como se prometió en 2014, creó una clase política más preocupada por conservar su curul que por transformar realidades. Basta ver los datos que arrojaron análisis del IMCO, datos que muestran como siete de cada diez legisladores reelectos entre 2018 y 2024 priorizaron iniciativas de bajo impacto pero alta visibilidad mediática. La reforma propuesta, con su aplicación gradual, obliga a repensar la política como servicio temporal, no como carrera vitalicia. Por lo que considero que es un golpe de timón que podría oxigenar las instituciones, aunque sea doloroso para quienes confundieron representación popular con un trabajo bien pagado y poco esfuerzo.  

Pero es el combate al nepotismo lo que toca fibras más sensibles, pues desarma prácticas muy arraigadas en la cultura política nacional. Esta reforma no se trata de prohibir que familias enteras sirvan al país, sino de evitar que los apellidos se conviertan en trampolines automáticos. La imagen del hijo que hereda la diputación como quien recibe un patrimonio familiar pertenece más al México porfirista que a la república que aspiramos a ser. Al establecer candados contra la sucesión inmediata, Sheinbaum no solo enfrenta a las dinastías políticas emergentes, sino que desafía una mentalidad que confunde sangre con capacidad. Resulta significativo que esta propuesta surja en un momento donde ciertos apellidos volvían a circular en especulaciones mediáticas como opciones "naturales" para cargos clave.  

Estas reformas, debo decir, no debieran leerse de forma aislada. Mejor verlas como piezas de un rompecabezas mayor que incluye la elección popular de jueces y la expansión de programas sociales. Estas reformas juntas, dibujan un modelo donde el Estado recupera su papel rector, pero sometido a controles ciudadanos más estrictos. Y aquí vemos una paradoja interesante: mientras se fortalece al Ejecutivo en áreas estratégicas como la energía, se debilita su capacidad para crear redes de poder duraderas. Es como si la presidenta Claudia Sheinbaum, formada en ciencias exactas, aplicara al sistema político las leyes de la termodinámica: concentra energía para transformar, pero impide que se estanque.  

Los críticos hablan de riesgos: ¿Perderemos experiencia valiosa al rotar cargos? ¿No se premiará la improvisación sobre la trayectoria? Las preguntas son válidas, pero parten de una premisa equivocada al confundir antigüedad con calidad. La historia contemporánea o reciente muestra que muchos de los peores escándalos de corrupción vinieron de funcionarios con décadas en el poder.  Mientras que la verdadera experiencia debería medirse en resultados, y no en años acumulados. Además, la reforma viene acompañada de iniciativas que promueven la profesionalización de la administración pública mediante alianzas con universidades y el sistema de servicio civil de carrera, ambas plantean canales alternos para retener conocimiento institucional sin caer en personalismos.  

El contexto internacional agrega también varias capas a este análisis. En una región donde resurgen los caudillismos y se banaliza la alternancia, México propone un camino distinto: actualizar los principios revolucionarios con mecanismos del siglo XXI. Mientras países vecinos ven cómo líderes carismáticos erosionan instituciones para perpetuarse, aquí se legisla contra esa tentación. No es casualidad que la presentación de estas reformas coincida con la conmemoración constitucional: hay un mensaje claro sobre la continuidad histórica de la Cuarta Transformación.  

Pero quizás el mayor acierto de la Dra. Sheinbaum Pardo sea vincular estas medidas con la vida cotidiana. Al impedir que un alcalde se reelija indefinidamente, se reduce el riesgo de que convierta obras públicas en propaganda personal. Al bloquear herederos políticos, se amplía el espacio para que surjan liderazgos desde las colonias y los municipios. Son cambios que, aunque parecen técnicos, terminan afectando cómo se reparte el agua, cómo llega la luz, cómo se patrullan las calles.  

El camino por recorrer es complicado. Las leyes, no transforman realidades por sí solas. La "Ley 3 de 3" de 2016 demostró que sin fiscalización ciudadana agresiva, hasta las mejores intenciones se diluyen. Por eso resulta esperanzador que estas reformas vengan acompañadas de mecanismos de transparencia reforzados, incluyendo plataformas digitales para poder rastrear en tiempo real el desempeño de funcionarios.  

En el horizonte se asoma un México donde la política dejará de ser espectáculo de unos cuantos para convertirse en espacio de construcción colectiva. Donde los apellidos famosos no garanticen puestos, pero tampoco los condenen al ostracismo. Donde gobernar sea un acto de servicio temporal, no de apropiación permanente. Sheinbaum, con estas iniciativas, no solo escribe leyes: está intentando reescribir la relación entre poder y ciudadanía. El éxito de este empeño dependerá de si los mexicanos encontramos en estas reformas no simples cambios legales, sino herramientas para recuperar la política como arte de lo posible.  

Al final, como escribió Octavio Paz, "la democracia es reconciliación con nosotros mismos". Estas reformas podrían ser el primer paso para esa reconciliación pendiente.

POR: JORGE ARGÜELLES VICTORERO

COLABORADOR

@JORGEARGUELLESV

dhfm 

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