Columna invitada

La feria

El campo El Sapo amaneció despejado, sin rastro del Circo Unión, sin cachivaches, por la noche se fueron, solo algunos vestigios de que en ese lugar se instaló una carpa

La feria
Rubén Martínez Cisneros / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El campo El Sapo amaneció despejado, sin rastro del Circo Unión, sin cachivaches, por la noche se fueron, solo algunos vestigios de que en ese lugar se instaló una carpa; se reflejaba más en el zacate seco que durante tres semanas no le dio el sol, ahí estuvo la carpa con sus banderines; ya no se veía a los trapecistas, bailarinas, enanos, payasos estaban ausentes; ya no había leones, elefantes, changos y demás enseres circenses.

Apenas descansaba el campo y arribaron las atracciones Macías, rezaba el rótulo en los camiones que descargan las piezas desarmadas de la rueda de la fortuna, el pulpo; los caballitos de madera con mucho garbo se asomaban y parecía que sus ojos color azabache observaban a los curiosos que se acercaban.

Doña Viridiana y su comadre Alejandra, se pusieron de acuerdo para llevar a la palomilla de sus muchachos a subirse a los juegos; los chamacos se alegraban de tan buena idea, brincaban de alegría, algunos de ellos expresaban, tengo 15 pesos ahorrados decía María Paula; Dario gritaba tengo guardados 20 pesos y yo 25 pesos aseguraba Lucian mi padrino Romualdo me los dio de domingo.

Aprovechamos y se tomen la foto con los Reyes Magos, si, si, si, gritaban Lía, Rubencito y Gerardo. Llegó el día esperado y ahí van las comadres con   los chilpayates, iban como chivitos, brincaban de un lado a otro, de puro gusto; yo me voy a subir a los caballitos decía Lía y Gerardo, mientras que el resto de los chamacos gritaban, yo a la rueda de la fortuna y yo al pulpo, yo a las sillas voladoras terciaba otro.

El aroma de los churros, los silos de hot cakes perfectamente simétricos rodeados de frascos con mermeladas de piña, fresa y cajeta, los algodones de azúcar y demás antojitos invaden los juegos, más aún, del sonido y de una bocina salía una voz, “que no le digan, que no le cuenten, porque a lo mejor le mienten, la víbora boa es una de las más venenosas, venga a verla aquí y aproveche para que conozca la niña que nació con cuerpo de tejón…”.

Don Asdrúbal se detuvo en el stand de los rifles que disparaban corchos, con la finalidad de tumbar una cajetilla de cigarros Faros, Argentinos, Fiesta, Delicados, Del Prado o Raleigh, se escuchaba el sonido sordo al salir el corcho que perdía fuerza al acercarse a los cigarros y caía, no llegaba a su meta, los cigarros seguían de pie y firmes; a un lado estaban los soldaditos, conejitos, venados de plomo que no corrían la misma suerte, eran tumbados al disparo de los rifles con postas, se escuchaba el sonido de un timbre como premio.

El choque de las “cayucos” se escuchaba en las tablas levemente levantadas con orificios numerados donde se posaban las canicas aventadas, se sumaban y correspondía al premio ubicado en tablones ya fuera una alcancía de barro en forma cerdito, un jarro de barro para tomar agua fresca; yo quería sacarme ese elefantito dijo doña Eduviges; pal otra dijo el de las canicas… 

POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS

COLABORADOR

MAAZ

 

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