En 2026, la Copa del Mundo de Fútbol vivirá su primera edición tripartita, con México, Estados Unidos y Canadá como países coanfitriones. Se trata de un evento de proporciones históricas, con una visibilidad sin igual en la mayor parte del mundo. Millones de turistas, fanáticos y selecciones de 48 países convergerán en ciudades como Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, Seattle, Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Toronto, y Vancouver, entre otras. Sin embargo, detrás de la fiesta mundialista y la magia del fútbol, hay una realidad que amenaza con empañar lo que debería ser una fiesta para todos y todas, imposible de ignorar: el papel fundamental que desempeñan los migrantes mexicanos en los Estados Unidos. Hoy Donald Trump asume por segunda ocasión la presidencia de Estados Unidos y pondrá en práctica sus planes antiinmigrantes con señales de pocos amigos. Lo que está en juego no solo es la organización de un torneo deportivo, sino la estabilidad del llamado Bloque de Norte América.
Los migrantes mexicanos en Estados Unidos no sólo son la columna vertebral de la fuerza laboral en sectores clave como la construcción, agricultura, manufacturas y servicios en general. También están presentes en los campos agrícolas, la atención en hoteles, transporte, seguridad, escuelas, universidades, y en una infinidad de empleos que permiten que el país funcione a diario. Son ellos quienes estarán, en su mayoría, detrás de los servicios de atención y hospitalidad. Los migrantes serán el motor silencioso detrás de la experiencia de millones de aficionados al fútbol y de cientos de miles de detalles que hacen posible que el sueño de la Copa del Mundo no solo se vea en las pantallas, sino que se viva en la calle, en los bares, en los estadios y en cada rincón de las ciudades anfitrionas.
La política antiinmigrante que marca el mandato de Donald Trump y que sigue sembrando incertidumbre en las vidas de millones de trabajadores migrantes es un reto, a pesar de los esfuerzos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y de ahora la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo por fortalecer los lazos económicos y resaltar la visión humanista del gobierno de México, la sombra de la deportación masiva sigue presente.
De ejecutarse dicha política, Estados Unidos podría enfrentarse a una crisis de servicios que afectaría directamente la experiencia de los turistas y fanáticos que se esperan durante el evento. No podemos olvidar que las ciudades estadounidenses elegidas para albergar la Copa del Mundo ya enfrentan una escasez crónica de mano de obra, especialmente en los sectores de la hotelería y servicios, donde los migrantes representan una proporción significativa de la fuerza laboral. Deportar a miles de trabajadores mexicanos sería una receta para el caos y el colapso de muchos servicios básicos antes, durante y después de la Copa del Mundo.
Frente a este panorama, México, uno de los tres países anfitriones, aportará una de los momentos más esperados del torneo, el partido inagural en la CDMX en el historico Estadio Azteca (tres veces mundialista); es la oportunidad única para destacar no solo por su infraestructura y su historia futbolística, sino por su visión humanista y de hospitalidad. México ha demostrado, a lo largo de décadas, que sabe cómo organizar eventos de nivel mundial. Desde los Juegos Olímpicos de 1968, pasando por el Mundial de 1970, hasta la inolvidable Copa del Mundo de 1986, somos un ejemplo de organización, calidez y hospitalidad.
Después del Mundial México 70 y el Mundial del 86, los mexicanos somos un referente indiscutible de lo que significa ser un buen anfitrión. En medio de las tensiones y las políticas antiinmigrantes del vecino del norte, México se mantiene firme en su visión de solidaridad y respeto hacia los migrantes. A lo largo de la historia, hemos demostrado ser expertos en recibir al mundo con los brazos abiertos. En 2026, cuando millones de turistas lleguen a las ciudades mexicanas, americanas y canadienses que serán sede del torneo, verán una cara amable, cálida y dispuesta a compartir lo mejor de la cultura y la hospitalidad mexicana. La conexión entre los pueblos originarios y su grandeza cultural, el fútbol como lenguaje universal y el deseo de compartir con el mundo, serán los pilares que definirán la experiencia de la Copa del Mundo en México 2026.
Hoy, hay más de 37.3 millones de migrantes mexicanos en EUA, los cuales aportan a dicho país 324 mil millones de dólares anuales en impuestos. Ahora bien, de esos 37.3 millones, el 36% se concentra en California, donde se disputarán partidos en Los Ángeles y San Francisco; y el 22% en Texas, cuyos estadios en Dallas y Houston también recibirán a los fanáticos del fútbol. Entonces, ¿quiénes serán las personas que en última instancia los recibirán?.
Ya sea que el partido se juegue en EUA o en México, el corazón de los mexicanos estará presente en cada estadio, en cada calle, en cada sonrisa. Y eso, más allá de la infraestructura o de los millones invertidos en la organización, es lo que hará de la Copa del Mundo 2026 un evento inolvidable. México será, como siempre lo ha sido, el rostro amable ante los ojos del mundo, un ejemplo de atención, amistad, generosidad y de la gran capacidad de su gente para recibir y hacer sentir a todos como en casa.
Basta escuchar lo que el Gobernador de California, Gavin Newsom quien recientemente declaró sobre el apoyo del gobierno de México (instruido por la Presidenta Claudia Sheinbaum) en el desastre ocurrido en los terribles incendios en Los Ángeles. “…No me sorprende, teniendo en cuenta una relación que se remonta a muchos años, …eso es lo que hacen los amigos”. Declaró el Gobernador de California, dónde por cierto la Ciudad de Los Ángeles será también sede mundialera.
Es momento de que el mundo reconozca el verdadero valor de los migrantes mexicanos, aquellos que, día tras día, mantienen a flote muchas de las ciudades en los Estados Unidos, y cientos de pueblos de dónde de manera forzada salieron a buscar futuro y que, en 2026, serán los encargados de hacer que la Copa del Mundo no solo sea un evento futbolístico, sino también una lección de humanismo y unidad. Mientras algunos pretenden construir muros y separar familias, otros siguen construyendo espacios donde ruede el balón para que el mundo conviva en paz. ¿o quién no recuerda “El Mundo Unido por un Balón”?. A darle que no hay tiempo que perder.
POR FRANCISCO VALLEJO GIL
@FVALLEJOGIL
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