Es poco tiempo, las cosas siempre pueden cambiar y hay mucha incertidumbre. Los primeros 100 días de gobierno, sin embargo, no dejan de ser una oportunidad simbólica, un primer corte inicial donde se pueden todavía afinar la imagen, el mensaje, los datos, el tono, en fin, la administración de las percepciones respecto a una nueva presidenta que insiste en regatearse novedad. Claudia Sheinbaum camina sobre una línea muy delgada, difícil, entre representar una continuidad celosísima respecto a López Obrador e impulsar cambios que no puede presumir como tales, aunque lo sean. Su discurso del domingo fue sintomático en ese sentido: a todo volumen es la continuidad, en voz baja quiere hacer cosas diferentes.
Por un lado, hizo suyas todas las frases, los guiños, la parafernalia del “humanismo mexicano”. También mintió respecto al “récord de empleos” y a la “disminución” de los homicidios, al sentido de la reforma judicial y la desaparición de los órganos autónomos, al presupuesto para salud pública y desarrollo científico, al “éxito” del Tren Maya, etcétera. La científica engaña con la misma naturalidad que el tabasqueño; y con la misma energía se lo aplauden sus bases. La realidad y la crítica, esos inconvenientes conservadores, le hacen lo que el viento a Juárez.
Por el otro lado, anunció tres novedades que la distinguen de su antecesor, aunque no pueda reconocerlo explícitamente. La primera es el apoyo a un millón de mujeres de 63 y 64 años: “Me preguntan”, expresó, “¿Por qué solamente a las mujeres? Y les decimos: no debería ser así, pero ¿quiénes somos las que principalmente cuidamos de los hijos y las hijas? ¿Quiénes somos las que cuidamos del hogar? ¿Cuándo se ha reconocido ese trabajo? Pues como hay presidenta con a, por primera vez vamos a reconocer el trabajo de las mujeres mexicanas”.
La segunda es la estrategia de seguridad, sobre la que habló muy poco, probablemente para no llamar demasiado la atención ni despertar suspicacias. Habló de “atender” las causas y “fortalecer” a la Guardia Nacional, sí, pero también de inteligencia, investigación y coordinación. Nada de “abrazos, no balazos”.
Y la tercera es el “Plan México”, un proyecto de política industrial que –en el contexto del nearshoring– busca sustituir importaciones y aumentar la proveeduría local y los contenidos nacionales en las cadenas globales de valor, mismo que supondría un nivel de colaboración sin precedentes (dentro de la “Cuarta Transformación”, se entiende) con el sector privado. Suena bien, aunque algo así con un Estado de Derecho tan endeble como el mexicano es muy susceptible de salir mal. Los profesionales de la extorsión, las Fuerzas Armadas y el capitalismo de cuates del “bienestar” podrían estarse frotando las manos.
A 100 días de su gobierno, queda claro que la sustancia de la continuidad es la línea obradorista. Y que el “sello propio” que prometió Sheinbaum sigue siendo un anhelo luchando por abrirse espacio, voluntarioso pero muy marginal.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
@CARLOSBRAVOREG
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