La Manigua

La diferencia entre ser migrante o líder de la oposición venezolana

La diferencia es que de los líderes políticos de la oposición se saben sus nombres y apellidos y las familias han podido usar la conexión a internet para denunciar sus casos, pero de los casi 2000 presos de la última jornada dictatorial casi no se conoce información pública que pueda multiplicarse

La diferencia entre ser migrante o líder de la oposición venezolana
María Cecilia Ghersi / La Manigua / Opinión El Heraldo de México Foto: Heraldo de México

Irse de casa, del hogar, es de las vivencias más difíciles que tiene que experimentar el ser humano. Hay muchas razones para hacerlo, la primera y la más sana, es la independencia que todo adulto quisiera lograr, las que le siguen son razones de orden emocional o profesional y en un país en dictadura, las razones se complican. Falta de oportunidades, nula posibilidad de ganar un sueldo aceptable, persecución política y el riesgo de acabar sin vida en los sistemas de opresión, son las opciones que un venezolano de a pie que sufre por el régimen, tiene que considerar para su futuro inmediato.  Para la mayoría de los venezolanos, en los últimos años ha prelado la falta de oportunidades y la miseria en que las familias tratan de sobrevivir, pero hace unas semanas, la peor razón, ha sido la notable embestida que el gobierno ejerce ante las protestas por el fraude electoral y la desafortunada forma de detener ciudadanos, incluyendo menores de edad, en situaciones realmente fuera de todo orden judicial y debido proceso.  Pareciera que la rabia por el fraude cometido por el “madurismo” y la obviedad con la que lo operaron, ha multiplicado las formas de secuestrar a ciudadanos y líderes políticos ilegal y cruelmente.

La diferencia es que de los líderes políticos de la oposición se saben sus nombres y apellidos y las familias han podido usar la conexión a internet para denunciar sus casos, pero de los casi 2000 presos de la última jornada dictatorial casi no se conoce información pública que pueda multiplicarse. Tampoco queda claro si informarlo haría la diferencia en el proceso. De esta misma manera ignoramos en buena parte, la cantidad de personas que salen del país caminando y desafían las fronteras en condiciones inhumanas por ir en busca de algún sueño, ya no tan definido por la libertad, sino por las ganas de sobrevivir entre países, selvas, ríos y desiertos que los colman de problemas que jamás imaginaron superar. Algunos lo logran y llegan al destino “que se pueda”, otros mueren en el intento, pero en general, las condiciones de vida de las que huyen tardan en mejorar o no llegan nunca. Pareciera que huyen de todo y llegan a otros lugares para huir de la otra nada que los identifique. El miedo es el coraje con el que superan cada kilómetro y el dolor es la razón por la que dejan aquel hogar o pedacito de tierra que alguna vez les perteneció y les hizo crecer en un algo. Muchos de ellos no conocen otro sistema político ni saben con qué comparar el ayer, pero no les queda de otra que agarrar lo poco que tienen e ir a sufrir a otros lugares.

Las historias de éxito son contadas y también anónimas y suelen crear modas como las que todos algún día escuchamos sobre el sueño americano. Los logros pudieran realmente pertenecer a un relato sobre héroes, pero en general, a pesar de lo poco que sabemos de todas estas historias personales, los líderes de oposición que han sido llamados “migrantes o exiliados” han terminado vapuleados e insultados por una mayoría que los mira desde lejos con una sensación enorme de haber sido engañados y utilizados como carne de cañón solo para ser parte de un show electoral que siempre termina aparentemente sorprendido por la bota verde militar del poder criminal del chavismo original y el “madurismo” decadente.

Este otro tipo de migrantes que aman llamarse “exiliados” políticos y son esos que han liderado por décadas los procesos opositores en contra de la dictadura venezolana. Son los que sí tienen nombre, apellido, dolientes y capacidad de denuncia. Algunos han grabado su escape, otros lo han narrado en televisión, otros no más desaparecen de la escena pública, y hay otros que se van con un cheque en blanco que parece un premio, un regalo del mundo y una oportunidad real para empezar de nuevo. Hay otro tipo de “exiliados” que han negociado la libertad de otros a cambio de favores que no sabremos jamás y así, infinidad de formas de exiliarse en las que los privilegiados obtienen algún tipo de intercambio que dejan en la duda el proceso emocional o moral que les está carcomiendo los aciertos y las fallas de su propio acontecer.

Diferentes opiniones han surgido del exilio del reciente e indiscutible ganador de la Presidencia de Venezuela, Edmundo González Urrutia, opositor nuevo pero abanderado de todo un grupo que a pesar de todo decidió dar la cara en las últimas elecciones, y no solo eso, logró ser el alfil que avivara el ánimo de un país que se dormía en la impotencia en la que las fuerzas del poder autoritario lo somete cada tanto, cada ciclo, cada período que pueda significar un paso a la libertad y el cambio de un régimen criminal casi confeso que el mundo observa en completo espasmo.  Y claro, opiniones hay muchas, la dictadura le retrata como cobarde por haberse ido a exiliar y proteger en España, otros, ciudadanos, han colgado la toalla en algún rincón de sus anhelos, y existimos otros que solo quisiéramos preguntarle al elegido Presidente de Venezuela si  en esas negociaciones, pedidos diplomáticos, embajadas e intermediarios, a él se le ocurrió negociar su “exilio” cómodo, en avión, con las tres comidas diarias y la felicidad de saber dónde va a dormir cada noche, si tan solo se le ocurrió, pedir, imaginar,  en esas condiciones que dice que exigió a la dictadura, si tan solo, de repente, pensó en pedir que los presos de esta última oleada fueran liberados en su nombre. ¿Lo hizo? No lo sabremos, tampoco sabremos cómo se planeó todo porque la verdad es ese caballo blanco que desaparece en las llanuras de un discurso realmente escueto, contradictorio y poco justo para quienes le dieron el voto más grande de la historia reciente de Venezuela.

POR MARÍA CECILIA GHERSI PICÓN. 

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