En septiembre de 2024, Rusia y China consolidan lo que parece ser una nueva etapa de su relación militar con los ejercicios conjuntos "Ocean-2024", los mayores realizados por Moscú en tres décadas. No es una maniobra rutinaria, sino un mensaje directo a Occidente, especialmente a Estados Unidos y sus aliados en el Pacífico y Asia. Pero al analizar el contexto de esta alianza entre Rusia y China, se plantean varias preguntas sobre el equilibrio global de poder y las posibles ramificaciones geopolíticas.
La guerra en Ucrania, que sigue siendo un punto neurálgico en las tensiones internacionales, obligó a Rusia a buscar aliados para aliviar el aislamiento diplomático y económico impuesto por los países occidentales, y China emerge como un socio indispensable. Aunque Beijing ha evitado un apoyo militar directo, ha proporcionado a Moscú tanto un salvavidas económico crucial mediante la compra de petróleo y gas como suministros con aplicaciones civiles y militares. Esto sugiere que China está dispuesta a desafiar la hegemonía occidental, aunque de forma cuidadosa.
Por su parte, Rusia respalda los intereses estratégicos de China en regiones clave como el Mar de China Meridional y la cuestión de Taiwán, evidenciando una convergencia de intereses geopolíticos. Estas maniobras conjuntas, que se extienden por el Pacífico, el Ártico y otros mares estratégicos, no solo buscan mejorar la cooperación militar, si no subrayan también una alianza que, aunque no formal, tiene el potencial de desafiar la arquitectura de seguridad liderada por Occidente.
Sin embargo, es crucial resaltar las limitaciones de esta "alianza". Rusia y China tienen trayectorias históricas y prioridades estratégicas que, aunque convergen en algunos aspectos, no están del todo alineadas. Para Rusia, el interés primordial radica en asegurar su supervivencia frente al orden internacional liderado por Occidente.
En un contexto marcado por sanciones económicas y aislamiento diplomático, Moscú busca proteger su influencia geopolítica, especialmente en Eurasia, y reafirmar su estatus como potencia militar global. Para lograrlo, debe contrarrestar lo que percibe como un cerco estratégico de la OTAN y Estados Unidos, fortaleciendo su posición en escenarios clave como el Ártico, el Pacífico y el Mar Negro. En este sentido, la asociación entre ambos países resulta más una "alianza de conveniencia" que una unión ideológica profunda.
Desde el prisma de los BRICS, esta colaboración militar podría verse como una extensión natural de los esfuerzos para crear contrapesos al poder de Occidente. Sin embargo, el grupo BRICS, que incluye a Brasil, India y Sudáfrica, es heterogéneo y no todos sus miembros tienen el mismo nivel de antagonismo hacia Occidente, lo que limita su cohesión política. India, por ejemplo, mantiene una relación compleja tanto con China como con Rusia pero se preocupa por la influencia creciente de Beijing en Asia.
Las ventajas de esta cooperación militar son claras para Rusia y China. Moscú puede contar con un apoyo en una región clave como el Pacífico, mientras que China aprovecha la experiencia militar rusa y amplía su influencia estratégica. Juntos, pueden hacer frente a la creciente presencia militar de Estados Unidos en la región, desafiando la narrativa de Washington sobre la "seguridad internacional".
Pero las desventajas también son evidentes. Para Rusia, depender demasiado de China implicaría significar subordinación a los intereses de un país que podría volverse demasiado poderoso para ser controlado. Para China, alinearse demasiado con Rusia arriesga relaciones comerciales y diplomáticas clave con Occidente, con un impacto en su estabilidad económica. Además, el mensaje de intimidación hacia Europa podría avivar tensiones que desencadenen una nueva carrera armamentista o una escalada de conflictos regionales.
La creciente colaboración militar entre Rusia y China es un fenómeno que merece atención crítica. Aunque presenta ventajas inmediatas para ambos países, sus implicaciones a largo plazo son inciertas y podrían reconfigurar las dinámicas de poder global de maneras impredecibles. Mientras Occidente busca contener esta alianza, el mundo observa cómo dos gigantes estratégicos maniobran entre sí y contra un orden mundial que intentan desafiar.
POR TALYA ISCAN
CATEDRÁTICA UNIVERSITARIA. FCPYS (UNAM) UP
@TALYAISCAN
MAAZ